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MÁRTIRES DEL SIGLO XX EN ESPAÑA

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Elogio: En el aniversario de la beatificación en 2007 del grupo de 498 mártires de España en época de la Guerra Civil, se conmemoran litúrgicamente en esta fecha todos los mártires, santos y beatos, que dieron en España, en el siglo XX, su testimonio de fe.
Oración: Oh Dios, que enviaste a tu Hijo, para que muriendo y resucitando nos diese su Espíritu de amor.
Nuestros hermanos, mártires del siglo XX en España, mantuvieron su adhesión a Jesucristo de manera tan radical y plena que les permitiste derramar su sangre por Él.
Danos la gracia y la alegría de la conversión para asumir las exigencias de la fe; ayúdanos, por su intercesión, y por la de María, Reina de los mártires, a ser siempre artífices de reconciliación en la sociedad y a promover una viva comunión entre los miembros de tu Iglesia en España; enséñanos a comprometernos, con nuestros pastores, en la nueva evangelización haciendo de nuestras vidas testimonios eficaces del amor a Ti y a los hermanos.
Te lo pedimos por Jesucristo, el Testigo fiel y veraz, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Esta celebración es propia de la Iglesia española; por tratarse de una celebración de carácter exclusivamente local, figura al final de la lista del 6 de noviembre.
Aunque la fecha hace alusión a la beatificación realizada en Roma en 2007 de 498 mártires, litúrgicamente agrupa a todos los mártires de la misma persecución que no son celebrados en otra fecha, lo que hace que de los 1523 mártires elevados a los altares entre 1987 y 2013, la mayor parte (más de mil), sean conmemorados hoy.
Transcribimos la homilía del Card. Angelo Amato pronunciada en Tarragona el 13 de Octubre de 2013 con ocasión de la beatificación del último grupo de 522 mártires de diversas partes de España, en la que el Cardenal hace también un breve recuento de los distintos prcesos que se han realizado. 


Homilía del Card. Amato, SDB

l. La Iglesia española celebra hoy la beatificación de quinientos veintidós hijos mártires, profetas desarmados de la caridad de Cristo. Es un extraordinario evento de gracia, que quita toda tristeza y llena de júbilo a la comunidad cristiana. Hoy recordamos con gratitud su sacrificio, que es la manifestación concreta de la civilización del amor predicada por Jesús: «Ahora -dice el libro del Apocalipsis de San Juan- se cumple la salvación, la fuerza y el reino de nuestro Dios y la potencia de su Cristo» (Ap 12, 10). Los mártires no se han avergonzado del Evangelio, sino que han permanecido fieles a Cristo, que dice: «Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga. Quien quiera salvar la propia vida, la perderá, pero quien pierda la propia vida por mí, la salvará» (Lc 9, 23-24). Sepultados con Cristo en la muerte, con Él viven por la fe en la fuerza de Dios (cf. Col 2, 12).
España es una tierra bendecida por la sangre de los mártires. Si nos limitamos a los testigos heroicos de la fe, víctimas de la persecución religiosa de los años 30 del siglo pasado, la Iglesia en catorce distintas ceremonias ha beatificado más de mil. La primera, en 1987, fue la beatificación de tres Carmelitas descalzas de Guadalajara. Entre las ceremonias más numerosas recordamos la del 11 de marzo de 2001, con doscientos treinta y tres mártires; la del 28 de octubre de 2007, con cuatrocientos noventa y ocho mártires, entre los cuales los obispos de Ciudad Real y de Cuenca; y la celebrada en la catedral de la Almudena de Madrid, el 17 de diciembre de 2011, con veintitrés testigos de la fe.
Hoy, aquí en Tarragona, el Papa Francisco beatifica quinientos veintidós mártires, que «vertieron su sangre para dar testimonio del Señor Jesús» (Carta Apostólica). Es la ceremonia de beatificación más grande que ha habido en tierra española. Este último grupo incluye tres obispos: ­Manuel Basulto Jiménez, obispo de Jaén; Salvio Huix Miralpeix, obispo de Lleida y Manuel Borrás Ferré, obispo auxiliar de Tarragona, y además numerosos sacerdotes, seminaristas, consagrados y consagradas, jóvenes y ancianos, padres y madres de familia. Son todos víctimas inocentes que soportaron cárceles, torturas, procesos injustos, humillaciones y suplicios indescriptibles. Es un ejército inmenso de bautizados que, con el vestido blanco de la caridad, siguieron a Cristo hasta el Calvario para resucitar con Él en la gloria de la Jerusalén celestial.

2. En el periodo oscuro de la hostilidad anticatólica de los años 30, vuestra noble nación fue envuelta en la niebla diabólica de una ideología que anuló a millares y millares de ciudadanos pacíficos, incendiando iglesias y símbolos religiosos, cerrando conventos y escuelas católicas, detruyendo parte de vuestro precioso patrimonio artístico. El Papa Pío XI, con la encíclica Dilectissima nobis, del 3 de junio de 1933, denunció enérgicamente esta libertina política antirreligiosa.
Recordemos de antemano que los mártires no fueron caídos de la guerra civil, sino víctimas de una radical persecución religiosa, que se proponía el exterminio programado de la Iglesia. Estos hermanos y hermanas nuestros no eran combatientes, no tenían armas, no se encontraban en el frente, no apoyaban a ningún partido, no eran provocadores. Eran hombres y mujeres pacíficos. Fueron matados por odio a la fe, solo porque eran católicos, porque eran sacerdotes, porque eran seminaristas, porque eran religiosos, porque eran religiosas, porque creían en Dios, porque tenían a Jesús como único tesoro, más querido que la propia vida. No odiaban a nadie, amaban a todos, hacían el bien a todos. Su apostolado era la catequesis en las parroquias, la enseñanza en las escuelas, el cuidado de los enfermos, la caridad con los pobres, la asistencia a los ancianos y a los marginados. A la atrocidad de los perseguidores, no respondieron con la rebelión o con las armas, sino con la mansedumbre de los fuertes.
En aquel periodo, mientras se encontraba en el exilio, Don Luigi Sturzo, diplomático y sacerdote católico italiano, en un artículo de 1933, publicado en el periódico El Matì de Barcelona, escribía con intuición profética que las modernas ideologías son verdaderas religiones idolátricas, que exigen altares y víctimas, sobre todo víctimas, miles, e incluso millones. Y añadía que el aumento aberrante de la violencia hacía que las víctimas fueran con mucho más numerosas que en las antiguas persecuciones romanas.(1)

3. Queridos hermanos, ante la respuesta valiente y unánime de estos mártires, sobre todo de muchísimos sacerdotes y seminaristas, me he preguntado muchas veces: ¿cómo se explica su fuerza sobrehumana de preferir la muerte antes que renegar la propia fe en Dios? Además de la eficacia de la gracia divina, la respuesta hay que buscarla en una buena preparación al sacerdocio. En los años previos a la persecución, en los seminarios y en las casas de formación los jóvenes eran informados claramente sobre el peligro mortal en el que se encontraban. Eran preparados espiritualmente para afrontar incluso la muerte por su vocación. Era una verdadera pedagogía martirial, que hizo a los jóvenes fuertes e incluso gozosos en su testimonio supremo.

4. Ahora planteémonos una pregunta: ¿por qué la Iglesia beatifica a estos mártires? La respuesta es sencilla: la Iglesia no quiere olvidar a estos sus hijos valientes. La Iglesia los honra con culto público, para que su intercesión obtenga del Señor una lluvia beneficiosa de gracias espirituales y temporales en toda España. La Iglesia, casa del perdón, no busca culpables. Quiere glorificar a estos testigos heroicos del evangelio de la caridad, porque merecen admiración e imitación.
La celebración de hoy quiere una vez más gritar fuertemente al mundo, que la humanidad necesita paz, fraternidad, concordia. Nada puede justificar la guerra, el odio fratricida, la muerte del prójimo. Con su caridad, los mártires se opusieron al furor del mal, como un potente muro se opone a la violencia monstruosa de un tsunami. Con su mansedumbre los mártires desactivaron las armas homicidas de los tiranos y de los verdugos, venciendo al mal con el bien. Ellos son los profetas siempre actuales de la paz en la tierra.

5. y ahora una segunda pregunta: ¿por qué la beatificación de los mártires de muchas diócesis españolas adviene aquí en Tarragona?
Hay dos motivos. Ante todo el grupo más numeroso de los mártires es el de esta antiquísima diócesis española, con ciento cuarenta y siete mártires, incluido el obispo auxiliar Manuel Borrás Ferré y los jóvenes seminaristas Joan Montpeó Masip, de veinte años, y Josep Gassol Montseny de veintidós.
El segundo motivo nos viene del hecho de que, en los pnmeros siglos cristianos, aquí en Tarragona, ecclesia Pauli, sedes Fructuosi, patria martyrum, tuvo lugar el martirio del obispo Fructuoso y de sus dos diáconos, Augurio y Eulogio, quemados vivos en el 259 d.C. en el anfiteatro romano de la ciudad.
Recordemos brevemente el martirio de estos dos primeros testigos tarraconenses, porque repropone la dinámica esencial de toda persecución, que, por una parte, muestra la arbitrariedad de las acusaciones y la atrocidad de las torturas, y, por otra, la fortaleza sobrehumana de los mártires en el aceptar la pasión y la muerte con serenidad y con el perdón en los labios.
Tarragona, sede de una floreciente comunidad cristiana, en el siglo III d.C. fue objeto de una violenta persecución, por obra del emperador Valeriano. Fueron víctimas de ella el obispo Fructuoso y los diáconos Augurio y Eulogio. De su martirio tenemos las Actas, que nos transmiten los protocolos notariales del proceso, del interrogatorio, de las respuestas, de la condena y de la ejecución(2). La captura de Fructuoso y de sus diáconos tuvo lugar la mañana del domingo del 16 de enero del 259. Llevado a la cárcel, Fructuoso rezaba continuamente y daba gracias al Señor por la gracia del martirio. Además, también allí continuó su obra de pastor y de evangelizador, confortando a los fieles, bautizando y proclamando el Evangelio a los paganos. Después de algunos días, el 21 de enero, los tres fueron convocados por el cónsul Emiliano para el interrogatorio. Fructuoso y los dos diáconos se negaron a ofrecer sacrificios a los ídolos, reafirmando su fidelidad a Cristo. Los tres fueron entonces condenados a ser quemados vivos. Llevados al anfiteatro, el santo Obispo gritó con fuerza que la Iglesia no quedaría nunca sin pastor y que Dios mantendría la promesa de protegerla en el futuro.

6. ¿Qué mensaje nos ofrecen los mártires antiguos y modernos? Nos dejan un doble mensaje. Ante todo nos invitan a perdonar. El Papa Francisco recientemente nos ha recordado que «el gozo de Dios es perdonar!… Aquí está todo el Evangelio, todo el Cristianismo! No es sentimiento, no es “buenismo”! Al contrario, la misericordia es la verdadera fuerza que puede salvar al hombre y al mundo del “cáncer” que es el pecado, el mal moral, el mal espiritual. Sólo el amor colma los vacíos, la vorágine negativa que el mal abre en el corazón y en la historia. Sólo el amor puede hacer esto, y este es el gozo de Dios!»(3)
Estamos llamados pues al gozo del perdón, a eliminar de la mente y del corazón la tristeza del rencor y del odio. Jesús decía «Sed misericordiosos, como es misericordioso vuestro Padre celestial» (Lc 6, 36). Conviene hacer un examen concreto, ahora, sobre nuestra voluntad de perdón. El Papa Francisco sugiere: «Cada uno piense en una persona con la que no esté bien, con la que se haya enfadado, a la que no quiera. Pensemos en esa persona y en silencio, en este momento, recemos por esta persona y seamos misericordiosos con esta persona».(4)
La celebración de hoy sea pues la fiesta de la reconciliación, del perdón dado y recibido, el triunfo del Señor de la paz.

7. De aquí surge un segundo mensaje: el de la conversión del corazón a la bondad y a la misericordia. Todos estamos invitados a convertirnos al bien, no sólo quien se declara cristiano sino también quien no lo es. La Iglesia invita también a los perseguidores a no temer la conversión, a no tener miedo del bien, a rechazar el mal. El Señor es padre bueno que perdona y acoge con los brazos abiertos a sus hijos alejados por los caminos del mal y del pecado.
Todos -buenos y malos- necesitamos la conversión. Todos estamos llamados a convertirnos a la paz, a la fraternidad, al respeto de la libertad del otro, a la serenidad en las relaciones humanas. Así han actuado nuestros mártires, así han obrado los santos, que -como dice el Papa Francisco- ­siguen «el camino de la conversión, el camino de la humildad, del amor, del corazón, el camino de la belleza».(5)
Es un mensaje que concierne sobre todo a los jóvenes, llamados a vivir con fidelidad y gozo la vida cristiana. Pero hay que ir contra corriente: «Ir contra corriente hace bien al corazón, pero es necesario el coraje y Jesús nos da este coraje! No hay dificultades, tribulaciones, incomprensiones que den miedo si permanecemos unidos a Dios como los sarmientos están unidos a la vid, si no perdemos la amistad con Él, si le damos cada vez más espacio en nuestra vida. Esto sucede sobretodo si nos sentimos pobres, débiles, pecadores, porque Dios da fuerza a nuestra debilidad, riqueza a nuestra pobreza, conversión y perdón a nuestro pecado.»(6)
Así se han comportado los mártires, jóvenes y ancianos, Sí, también jóvenes como, por ejemplo, los seminaristas de las diócesis de Tarragona y de Jaén y el laico de veintiún años, de la diócesis de Jaén. No han tenido miedo de la muerte, porque su mirada estaba proyectada hacia el cielo, hacia el gozo de la eternidad sin fin en la caridad de Dios. Si les faltó la misericordia de los hombres, estuvo presente y sobreabundante la misericordia de Dios.
Perdón y conversión son los dones que los mártires nos hacen a todos. El perdón lleva la paz a los corazones, la conversión crea fraternidad con los demás.
Nuestros Mártires, mensajeros de la vida y no de la muerte, sean nuestros intercesores por una existencia de paz y fraternidad. Será este el fruto precioso de esta celebración en el año de la fe.
María, Regina Martyrum, siga siendo la potente Auxiliadora de los cristianos.
Amén.

LA OBEDIENCIA Y LA MISERICORDIA DEL SEÑOR NOS LLEVAN AL CIELO

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En las lecturas de la Santa Misa de hoy, el Señor nos presenta unos pasajes de las Escrituras para meditar con detenimiento, de como la diversidad de funciones indicadas a cada uno, conforman los distintos ministerios y actividades a realizar para que la Iglesia camine según su promesa.



La Obediencia a su llamada en total libertad, pienso que es lo fundamental en nuestro camino al Cielo. En este caminar, la infinita Misericordia del Señor fundamental ayuda en nuestras imperfecciones.
3Jn 5-8: Debemos sostener a los hermanos cooperando así en la propagación de la verdad.
Querido hermano:
Te portas con plena lealtad
en todo lo que haces por los hermanos,
y eso que para ti son extraños.
Ellos han hablado de tu caridad
ante la comunidad de aquí.
Por favor,
provéelos para el viaje como Dios se merece;
ellos se pusieron en camino para trabajar por Cristo,
sin aceptar nada de los paganos.
Por eso debemos nosotros sostener a hombres como éstos,
cooperando así en la propagación de la verdad.
Sal 111,1-2.3-4.5-6: Dichoso quien teme al Señor.
Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita.

En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo.

Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos.
El justo jamás vacilará,
su recuerdo será perpetuo.
O bien se pueden tomar del propio (tomo V):
Ef 4,1-7.11-13: En función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo.
Hermanos: Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vinculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo. A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo. Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelizadores, a otros, pastores y maestros, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud.
Sal 1,1-2.3.4.6: Su gozo es la ley del Señor.
Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos;
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos,
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche.

Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón,
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin.

No así los impíos, no así:
serán paja que arrebata el viento,
porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal.

Lc 18,1-8: Dios hará justicia a sus elegidos que le gritan.
En aquel tiempo, Jesús, para explicar a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola:
-Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.
En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: «Hazme justicia frente a mi adversario»; por algún tiempo se negó, pero después se dijo: «Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esa viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara».
Y el Señor respondió:
-Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche? ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?
o bien:
Jn 17,20-26: Padre, éste es mi deseo: que estén conmigo donde yo estoy.
En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, Jesús dijo:
- Padre santo:
no sólo por ellos ruego,
sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos,
para que todos sean uno,
como tú, Padre, en mí y yo en ti,
que ellos también lo sean en nosotros,
para que el mundo crea que tú me has enviado.
También les di a ellos la gloria que me diste,
para que sean uno,
como nosotros somos uno:
yo en ellos y tú en mí,
para que sean completamente uno,
de modo que el mundo sepa que tú me has enviado
y los has amado como me has amado a mí.
Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo,
donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste,
porque me amabas antes de la fundación del mundo.
Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido,
y éstos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer
y les daré a conocer tu Nombre, para que el amor que me tenías
esté en ellos, como también yo estoy en ellos.

LO QUE NOS PIDE EL SEÑOR

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Los últimos tiempos
Jl 2,21-3,5
Así dice el Señor:
«No temas, suelo, alégrate y regocíjate, 
porque  el Señor hace cosas grandes. 
No temáis, animales del campo; germinarán 
las estepas, los árboles darán fruto, la vid y 
la higuera, su riqueza.
Hijos de Sión, alegraos, gozaos en el Señor,
 vuestro Dios, que os dará la lluvia temprana
en su sazón, hará descender como antaño 
las lluvias tempranas y tardías. 
Las eras se llenarán de trigo, rebosarán
 los lagares de vino y aceite; os pagaré los 
años en que devoraban la langosta y el saltamontes, mi ejército numeroso que envié contra vosotros. Comeréis hasta hartaros, y alabaréis el nombre del Señor, Dios vuestro. Porque hizo milagros en vuestro favor, y mi 
pueblo no será confundido.
Sabréis que yo estoy en medio de Israel, 
el Señor, vuestro Dios, el Único, y mi pueblo 
no será confundido jamás.
Después de eso, derramaré mi Espíritu 
sobre toda carne: profetizarán vuestros 
hijos e hijas, vuestros ancianos soñarán 
sueños, vuestros jóvenes verán visiones. También sobre mis siervos y siervas derramaré 
mi Espíritu aquel día. 
Haré prodigios en cielo y tierra: sangre, 
fuego, columnas de humo. 
El sol se entenebrecerá, la luna se pondrá 
como sangre, antes de que llegue el día del
 Señor, grande y terrible.
Cuantos invoquen el nombre del Señor se salvarán. 
Porque en el monte de Sión y en Jerusalén quedará un resto; como lo ha prometido 
el Señor a los supervivientes que él llamó.»
R/. Habrá señales en el sol y la luna y las 
estrellas, y en la tierra angustia de las gentes. Cuando veáis que suceden estas cosas, sabed 
que está cerca el reino de Dios.
V/. Vigilad y orad, pues no sabéis cuándo es el momento.
R/. Cuando veáis que suceden estas cosas, 
sabed que está cerca el reino de Dios.
Lectura Patrística
No pongamos resistencia a su primera venida, 
y no temeremos la segunda
San Agustín
Comentarios sobre los salmos 95,14.1
Aclamen los árboles del bosque, delante 
del Señor, que ya llega, ya llega a regir la tierra. Vino una primera vez, pero vendrá de 
nuevo. 
En su primera venida, pronunció estas 
palabras que leemos en el Evangelio: 
Desde ahora veréis que el Hijo del hombre 
viene sobre las nubes. 
¿Qué significa: Desde ahora? 
¿Acaso no ha de venir más 
tarde el Señor, cuando prorrumpirán en 
llanto todos los pueblos de la tierra? 

Primero vino en la persona de sus 
predicadores, y llenó todo el orbe de la 
tierra.
 No pongamos resistencia a su primera 
venida, y no temeremos la segunda.
¿Qué debe hacer el cristiano, por tanto? 
Servirse de este mundo, no servirlo a él. 
¿Qué quiere decir esto? 
Que los que tienen han de vivir como si no tuvieran, según las palabras del Apóstol:
Digo esto, hermanos: que el momento es apremiante. 
Queda como solución que los que tienen 
mujer vivan como si no la tuvieran; 
los que lloran, como si no lloraran; 
los que están alegres, como si no lo
 estuvieran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, 
como si no disfrutaran de él: porque la representación de este mundo se termina. 
Quiero que os ahorréis preocupaciones. 
El que se ve libre de preocupaciones espera seguro la venida de su Señor. 
En esto, ¿qué clase de amor a Cristo es el 
de aquel que teme su venida? 
¿No nos da vergüenza, hermanos? 
Lo amamos y, sin embargo, tememos su 
venida.
¿De verdad lo amamos? 
¿No será más bien que amamos nuestros pecados? 
Odiemos el pecado, y amemos al que 
ha de venir a castigar el pecado. 
Él vendrá, lo queramos o no; 
el hecho de que no venga ahora no significa 
que no haya de venir más tarde. 
Vendrá, y no sabemos cuando; 
pero, si nos halla preparados, en nada nos perjudica esta ignorancia.
Aclamen los árboles del bosque. 
Vino la primera vez, y vendrá de nuevo 
a juzgar a la tierra; hallará aclamándolo 
con gozo, porque ya llega,
 a los que creyeron en su primera venida.
Regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad. 
¿Qué significan esta justicia y esta fidelidad? 
En el momento de juzgar reunirá junto a sí a 
sus elegidos y apartará de sí a los demás, 
ya que pondrá a unos a la derecha y a otros 
a la izquierda. 
¿Qué más justo y equitativo que no 
esperen misericordia del juez aquellos que 
no quisieron practicar la misericordia antes 
de la venida del juez? 
En cambio, los que se esforzaron en practicar la misericordia serán juzgados con misericordia. 
Dirá, en efecto, a los de su derecha: 
Venid, vosotros, benditos de mi Padre; 
heredad el reino preparado para vosotros 
desde la creación del mundo.
 Y les tendrá en cuenta sus obras de misericordia: 
Porque tuve hambre, 
y me disteis de comer; 
tuve sed, 
y me disteis de beber, 
y lo que sigue.
Y a los de su izquierda 
¿qué es lo que les tendrá en cuenta? 
Que no quisieron practicar la misericordia. 
¿Y a dónde irán? Id al fuego eterno. 
Esta mala noticia provocará en ellos 
grandes gemidos. Pero, ¿qué dice otro salmo?
 El recuerdo del justo será perpetuo. 
No temerá la malas noticias.
 ¿Cuál es la mala noticia? 
Id al fuego eterno preparado 
para el diablo y sus ángeles. 
Los que se alegrarán por la buena noticia 
no temerán la mala. 
Ésta es la justicia y la fidelidad de que habla 
el salmo.
¿Acaso, porque tú eres injusto,
 el juez no será justo? 
O, ¿porque tú eres mendaz, no será veraz 
el que es la verdad en persona? 
Pero, si quieres alcanzar misericordia, 
sé tú misericordioso antes de que venga: perdona los agravios recibidos,
 da de lo que te sobra. 
Lo que das ¿de quién es sino de él? 

Si dieras de lo tuyo, sería generosidad, 
pero porque das de lo suyo es devolución.
¿Tienes algo que no hayas recibido? 
Éstas son las víctimas agradables a Dios: 
la misericordia, la humildad, la alabanza, 
la paz, la caridad. 
Si se las presentamos, entonces podremos esperar seguros la venida del juez 
que regirá el orbe con justicia y 
los pueblos con fidelidad.
R/. El Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, 
con la gloria de su Padre, y entonces pagará 
a cada uno según su conducta.
V/. Regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad.
R/. Y entonces pagará a cada uno según su 
conducta.
Te Deum
(sólo domingos, solemnidades, fiestas y ferias de navidad)
A ti, oh Dios, te alabamos,
a ti, Señor, te reconocemos.

A ti, eterno Padre,
te venera toda la creación.

Los ángeles todos, los cielos
y todas las potestades te honran.

Los querubines y serafines
te cantan sin cesar:

Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del universo.

Los cielos y la tierra 
están llenos de la majestad de tu gloria.

A ti te ensalza
el glorioso coro de los apóstoles,
la multitud admirable de los profetas,
el blanco ejército de los mártires.

A ti la Iglesia santa, 
extendida por toda la tierra, 
te proclama:

Padre de inmensa majestad, 
Hijo único y verdadero, digno de adoración, 
Espíritu Santo, Defensor.

Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.

Tú eres el Hijo único del Padre.

Tú, para liberar al hombre, 
aceptaste la condición humana 
sin desdeñar el seno de la Virgen. 

Tú, rotas las cadenas de la muerte, 
abriste a los creyentes el reino del cielo.

Tú te sientas a la derecha de Dios 
en la gloria del Padre.

Creemos que un día 
has de venir como juez.

Te rogamos, pues, 
que vengas en ayuda de tus siervos, 
a quienes redimiste con tu preciosa sangre.

Haz que en la gloria eterna 
nos asociemos a tus santos.


(lo que sigue puede omitirse)

Salva a tu pueblo, Señor, 
y bendice tu heredad.

Sé su pastor 
y ensálzalo eternamente.

Día tras día te bendecimos 
y alabamos tu nombre para siempre, 
por eternidad de eternidades.

Dígnate, Señor, en este día 
guardarnos del pecado.

Ten piedad de nosotros, Señor, 
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, 
venga sobre nosotros, 
como lo esperamos de ti.

En ti, Señor, confié, 
no me veré defraudado para siempre.
Final

Oremos:

Señor, Dios nuestro, concédenos vivir 
siempre alegres en tu servicio, porque 
en servirte a ti, creador de todo bien, 
consiste el gozo pleno y verdadero. 
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, 
que vive y reina contigo en la unidad del 
Espíritu Santo y es Dios 
por los siglos de los siglos.
Amén.
(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. Bendigamos al Señor.
R/. Demos gracias a Dios


SANTA ISABEL DE HUNGRÍA

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SANTA ISABEL DE HUNGRÍA
Era hija de Andrés, rey de Hungría, y nació el año 1207; siendo aún niña, fue dada en matrimonio a Luis, landgrave de Turingia, del que tuvo tres hijos. Vivía entregada a la meditación de las cosas celestiales y, después de la muerte de su esposo, abrazó la pobreza y erigió un hospital en el que ella misma servía a los enfermos. Murió en Marburgo el año 1231.

Himno
La mujer fuerte
puso en Dios su esperanza:
Dios la sostiene.

Hizo del templo su casa;
mantuvo ardiendo su lámpara.

En la mesa de los hijos,
hizo a los pobres un sitio.

Guardó memoria a sus muertos;
gastó en los vivos su tiempo.

Sirvió, consoló, dio fuerzas;
guardó para sí sus penas.

Vistió el dolor de plegaria;
la soledad, de esperanza.

Y Dios la cubrió de gloria
como de un velo de bodas.

La mujer fuerte
puso en Dios su esperanza:
Dios la sostiene. Amén.

Isabel reconoció y amó a Cristo en la persona de los pobres
Conrado de Marburgo
De una carta escrita por el director espiritual de santa Isabel
 (Al Sumo Pontífice, año 1232:
 A. Wyss, Hessisches Urkundenbuch 1, Leipzig 1879,31-35)
Pronto Isabel comenzó a destacar por sus virtudes, y, así como durante toda su vida había
sido consuelo de los pobres, comenzó luego a ser plenamente remedio de los hambrientos. 
Mandó construir un hospital cerca de uno de sus castillos y acogió en él gran cantidad 
de enfermos e inválidos; a todos los que allí acudían en demanda de limosna les 
otorgaba ampliamente el beneficio de su caridad, y no sólo allí, sino también en 
todos los lugares sujetos a la jurisdicción de su marido, llegando a agotar de tal modo
 todas las rentas provenientes de los cuatro principados de éste, que se vio 
obligada finalmente a vender en favor de los pobres todas las joyas y vestidos lujosos.
Tenía la costumbre de visitar personalmente a todos sus enfermos, dos veces al día, 
por la mañana y por la tarde, curando también personalmente a los más repugnantes, 
 a los cuales daba de comer, les hacía la cama, los cargaba sobre sí y ejercía con ellos 
muchos otros deberes de humanidad; y su esposo, de grata memoria, no veía con 
malos ojos todas estas cosas. Finalmente, al morir su esposo, ella, aspirando a la 
máxima perfección, me pidió con lágrimas abundantes que le permitiese ir a 
mendigar de puerta en puerta.
En el mismo día del Viernes santo, mientras estaban denudados los altares, puestas las 
manos sobre el altar de una capilla de su ciudad, en la que había establecido frailes 
menores, estando presentes algunas personas, renunció a su propia voluntad, 
a todas las pompas del mundo y a todas las cosas que el Salvador, en el Evangelio, 
aconsejó abandonar. Después de esto, viendo que podía ser absorbida por la 
agitación del mundo y por la gloria mundana de aquel territorio en el que, 
en vida de su marido, había vivido rodeada de boato, me siguió hasta Marburgo, 
aun en contra de mi voluntad: allí, en la ciudad, hizo edificar un hospital, en el que dio 
acogida a enfermos e inválidos, sentando a su mesa a los más míseros y despreciados.
Afirmo ante Dios que raramente he visto una mujer que a una actividad tan intensa 
juntara una vida tan contemplativa, ya que algunos religiosos y religiosas vieron más 
de una vez cómo, al volver de la intimidad de la oración, su rostro resplandecía de 
un modo admirable y de sus ojos salían como unos rayos de sol.
Antes de su muerte, la oí en confesión, y, al preguntarle cómo había de disponer de sus 
bienes y de su ajuar, respondió que hacía ya mucho tiempo que pertenecía a los pobres 
todo lo que figuraba como suyo, y me pidió que se lo repartiera todo, a excepción de 
la pobre túnica que vestía y con la que quería ser sepultada. Recibió luego el cuerpo 
del Señor y después estuvo hablando, hasta la tarde, de las cosas buenas que había 
oído en la predicación: finalmente, habiendo encomendado a Dios con gran devoción 
a todos los que la asistían, expiró como quien se duerme plácidamente.
R/. Has obrado con valor, y tu corazón se ha hecho fuerte, porque amaste la castidad. Por eso, serás bendita eternamente.
V/. Tus oraciones y tus limosnas han llegado hasta Dios y las tiene presentes.
R/. Por eso, serás bendita eternamente.
Final

Oremos:

Oh Dios, que concediste a santa Isabel de Hungría la gracia de reconocer y venerar en los pobres a tu Hijo Jesucristo, concédenos, por su intercesión, servir con amor infatigable a los humildes y a los atribulados. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.

SOLEMNIDAD DEL PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO

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Pasa el tiempo, cambia hoy el tiempo litúrgico y comienza el Tiempo de Adviento,Ciclo A de lecturas.
Tiempo que la Iglesia nos ofrece  para rezar y meditar, tiempo penitencial para preparar el Nacimiento del Hijo de Dios.
No olvidemos que Dios se baja del Cielo, como nos sugiere San León Magno:
 Reconoce cristiano, tu dignidad, que el Hijo de Dios se vino del Cielo, por salvar tu alma. 
                                                                                            


Hoy como todos los años pondría la Corona de Adviento con la primera vela morada encendida, pero
quiero este año, sea también recuerdo la Luz de los Mártires,  ya que celebraría su fiesta en este  27 de Diciembre,  en concreto, el Beato Bronislao Kostowski, mártir, beatificado en Polonia el 13 de Junio de 1999 por San Juan Pablo II, junto a otros 107 mártires polacos durante la ocupación nazi (1939-1945).

Así este primer domingo, personalmente me propongo 
meditar sobre la Luz de los Mártires, que nunca se apagará y
propongo la Homilía de San Juan Pablo II como texto de meditación, además de las Lecturas de este Solemne domingo.
                                                     
Mártires Polacos 1939-1945

HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
Varsovia, domingo 13 de junio 1999
    

1. «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia» (Mt 5, 7).
Amadísimos hermanos y hermanas: con las palabras de esta bienaventuranza de Cristo, saludo al pueblo fiel de Varsovia, en esta etapa de mi peregrinación. Saludo cordialmente a todos los presentes: sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles laicos. Dirijo un saludo fraterno a los obispos, especialmente al cardenal primado y a sus colaboradores, los obispos auxiliares de la archidiócesis de Varsovia. Saludo al señor presidente de la República, al señor primer ministro, al presidente del Senado y al señor presidente de la Dieta, a los representantes de las autoridades estatales y locales, y a los huéspedes invitados.
Doy gracias a la divina Providencia porque me ha concedido poder encontrarme nuevamente aquí, donde hace veinte años, en la memorable vigilia de Pentecostés, vivimos de modo especial el misterio del cenáculo. Juntamente con el cardenal Stefan Wyszynski, el Primado del milenio, con los obispos y el pueblo de Dios de la capital, presente en gran número, invocamos entonces con fervor el don del Espíritu Santo. En esos tiempos difíciles le pedimos que derramara su fuerza en el corazón de los hombres y que despertara en ellos la esperanza. Esa plegaria brotaba de la fe que Dios suscita y que, con la potencia del Espíritu, lo renueva y santifica todo. Le suplicamos que renovara la faz de la tierra, de esta tierra: «Envía tu Espíritu y renueva la faz de la tierra, de esta tierra». ¡Cómo no dar hoy gracias a Dios, uno y trino, por todo lo que a lo largo de los últimos veinte años vemos como respuesta suya a esa oración! ¿No es respuesta de Dios lo que ha tenido lugar a lo largo de este tiempo en Europa y en el mundo, comenzando por nuestra patria? Ante nuestros ojos se han producido los cambios de los sistemas políticos, sociales y económicos, gracias a los cuales las personas y las naciones han visto de nuevo el esplendor de su dignidad. La verdad y la justicia están recuperando su valor, se están convirtiendo en un desafío urgente para todos los que saben apreciar el don de la libertad. Por eso, damos gracias a Dios, mirando con confianza al futuro.
Sobre todo le damos gracias por lo que estas dos décadas han traído a la vida de la Iglesia. Así pues, en la acción de gracias nos unimos a las Iglesias de los pueblos vecinos, tanto de tradición occidental como oriental, que han salido de las catacumbas y cumplen sin obstáculos su misión. Su vitalidad es un testimonio magnífico del poder de la gracia de Cristo, que a hombres débiles hace capaces de heroísmo, a veces hasta el martirio. ¿No es esto fruto de la acción del Espíritu de Dios? ¿No se debe a ese impulso del Espíritu en la historia más reciente el hecho de que hoy tengamos la irrepetible ocasión de experimentar la universalidad de la Iglesia y nuestra responsabilidad de dar testimonio de Cristo y anunciar su Evangelio «hasta los confines de la tierra»? (Hch 1, 8).
A la luz del Espíritu Santo la Iglesia en Polonia relee los signos de los tiempos y asume sus tareas sin las limitaciones externas y sin las presiones que sufría hasta hace poco tiempo. ¡Cómo no dar hoy gracias a Dios porque, con espíritu de respeto y amor recíproco, la Iglesia puede entablar un diálogo creativo con el mundo de la cultura y de la ciencia! ¡Cómo no dar gracias a Dios por el hecho de que los creyentes pueden acercarse libremente a los sacramentos y escuchar la palabra de Dios, para poder luego testimoniar abiertamente su fe! ¡Cómo no dar gloria a Dios por la multitud de iglesias construidas últimamente en nuestro país! ¡Cómo no darle gracias porque los niños y los jóvenes pueden con tranquilidad conocer a Cristo en la escuela, donde la presencia del sacerdote, de la religiosa o del catequista es considerada una gran ayuda en la labor de educar a las generaciones jóvenes! ¡Cómo no alabar a Dios porque, con su Espíritu, anima a las comunidades, las asociaciones y los movimientos eclesiales, y hace que la misión de la evangelización sea llevada a cabo por un círculo cada vez más amplio de laicos!
Cuando, durante mi primera peregrinación a la patria, me encontré en este lugar, me vino insistentemente a la mente la oración del salmista: «Acuérdate de mí Señor por amor a tu pueblo. Visítame con tu salvación: para que vea la dicha de tus escogidos, y me alegre con la alegría de tu pueblo, y me gloríe con tu heredad» (Sal 106, 4-5).
Hoy, mientras dirigimos la mirada a estos últimos veinte años de nuestro siglo, me viene a la mente la exhortación del mismo salmo: «Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. ¿Quién podrá contar las hazañas de Dios, pregonar toda su alabanza? (...) Bendito sea el Señor (...) desde siempre y por siempre» (Sal 106, 1-2. 48).
2. «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia» (Mt 5, 7). La liturgia de este domingo confiere un carácter particular a nuestra acción de gracias, pues permite ver todo lo que acontece en la historia de esta generación en la perspectiva de la eterna misericordia de Dios, que se reveló de la forma más plena en la obra salvífica de Cristo. Jesús «fue entregado por nuestros pecados y fue resucitado para nuestra justificación» (Rm 4, 25). El misterio pascual de la muerte y la resurrección del Hijo de Dios dio un nuevo curso a la historia humana. Aunque observamos en ella los signos dolorosos de la acción del mal, tenemos la certeza de que, en definitiva, el mal no puede regir el destino del mundo y del hombre, no puede vencer. Esa certeza brota de la fe en la misericordia del Padre, que «tanto amó al mundo que le dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3, 16). Por eso, hoy, mientras san Pablo nos habla de la fe de Abraham, que «ante la promesa divina, no cedió a la duda con incredulidad; más bien, fortalecido en su fe, dio gloria a Dios» (Rm4, 20), podemos descubrir la fuente de la fuerza, gracias a la cual incluso las más duras pruebas fueron incapaces de separarnos del amor de Dios.
Gracias a la fe en la misericordia divina hemos mantenido la esperanza, no sólo en un renacimiento social y en la restitución al hombre de la dignidad en las dimensiones de este mundo. Nuestra esperanza va mucho más a fondo, pues tiene como objeto las promesas divinas, que superan con mucho lo temporal. Su objeto definitivo es la participación en los frutos de la obra salvífica de Cristo. Si «creemos en Aquel que resucitó de entre los muertos a Jesús Señor nuestro» (Rm 4, 24), se nos reputará como justicia. Sólo la esperanza que nace de la fe en la resurrección nos puede impulsar a dar en la vida diaria una respuesta digna al amor infinito de Dios. Sólo con esa esperanza podemos asistir a «los enfermos» (cf. Mt 9, 12) y ser apóstoles del amor de Dios que cura. Si hace veinte años dije que «Polonia ha llegado a ser, en nuestros tiempos, tierra de un testimonio especialmente responsable» (Homilía en la plaza de la Victoria, 2 de junio de 1979, n. 1: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 10 de junio de 1979, p. 6), hoy es preciso añadir que debe tratarse de un testimonio de misericordia operante, construida sobre la fe en la resurrección. Sólo este tipo de testimonio es signo de esperanza para el hombre de hoy, especialmente para las generaciones jóvenes; y, aunque para algunos sea también «signo de contradicción», esa contradicción nunca nos ha de apartar de la fidelidad a Cristo crucificado y resucitado.
3. «Dios todopoderoso y eterno, tú has querido darnos una prueba suprema de tu amor en la glorificación de tus santos; concédenos ahora que su intercesión nos ayude y su ejemplo nos mueva a imitar fielmente a tu Hijo Jesucristo»: así reza la Iglesia, recordando en la eucaristía a los santos y santas (Común de santos y santas, Oración colecta). Esa invocación la hacemos también hoy, mientras admiramos el testimonio que nos dan los beatos que acabamos de elevar a la gloria de los altares. Su fe viva, su esperanza inquebrantable y su amor generoso les fueron reputados como justicia, porque estaban profundamente arraigados en el misterio pascual de Cristo. Así pues, con razón pedimos a Dios que nos conceda seguir fielmente a Cristo, como ellos.
La beata Regina Protmann, fundadora de la congregación de las Hermanas de Santa Catalina, procedente de Braniewo, se dedicó con toda su alma a la obra de renovación de la Iglesia a fines del siglo XVI y principios del XVII. Su actividad, que brotaba de su amor a Cristo sobre todas las cosas, se desarrolló después del concilio de Trento. Se insertó activamente en la reforma posconciliar de la Iglesia, realizando con gran generosidad una labor humilde de misericordia. Fundó una congregación que unía la contemplación de los misterios de Dios con la atención a los enfermos en sus casas y con la instrucción de los niños y de las muchachas. Dedicó especial atención a la pastoral de la mujer. La beata Regina, olvidándose de sí misma, abarcaba, con una mirada clarividente, las necesidades del pueblo y de la Iglesia. Las palabras «como Dios quiera» se convirtieron en lema de su vida. Su ardiente amor la impulsaba a cumplir la voluntad del Padre celestial, a ejemplo del Hijo de Dios. No temía aceptar la cruz del servicio diario, dando testimonio de Cristo resucitado.
El apostolado de la misericordia colmó también la vida del beato Edmundo Bojanowski. Este propietario de tierras en Wielkopolska, a quien Dios concedió numerosos talentos y una vida espiritual muy profunda, a pesar de tener una salud bastante débil, con perseverancia, prudencia y generosidad de corazón, realizó e inspiró una vasta actividad en favor de la gente del campo. Mostrando una gran sensibilidad hacia sus necesidades, puso en marcha numerosas obras educativas, caritativas, culturales y religiosas, para ayuda material y moral de las familias del campo. Sin dejar de ser laico, fundó la congregación de las Esclavas de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, muy conocida en Polonia. En las diversas iniciativas lo impulsaba el deseo de que todos llegaran a ser partícipes de la Redención. Se le recuerda como «un hombre cordialmente bueno», que por amor a Dios y al prójimo sabía llevar eficazmente a todas las personas al bien. En su variada actividad se anticipó con mucha anterioridad a la doctrina del concilio Vaticano II sobre el apostolado de los laicos. Dio un ejemplo excepcional de generoso y sabio trabajo en favor del hombre, de la patria y de la Iglesia. La obra del beato Edmundo Bojanowski ha sido continuada por las Esclavas, a las que cordialmente saludo y agradezco el servicio silencioso y sacrificado que prestan en favor del hombre y de la Iglesia.
4. «Fortaléceme, Señor Jesucristo (...), con el signo de tu santísima cruz, y concédeme (...) que así como llevo sobre mi pecho esta cruz, que encierra reliquias de tus santos, de la misma manera siempre tenga presente en mi mente el recuerdo de tu pasión y las victorias de tus santos mártires»: ésta es la oración que reza el obispo al ponerse la cruz pectoral. Esta invocación ha de ser hoy la oración de toda la Iglesia en Polonia que, al llevar desde hace mil años el signo de la pasión de Cristo, siempre se regenera con la semilla de la sangre de los mártires y vive del recuerdo de la victoria que lograron en esta tierra.
Precisamente hoy estamos celebrando la victoria de los que, en nuestros tiempos, dieron la vida por Cristo; dieron la vida temporal, para poseerla por los siglos en su gloria. Es una victoria particular, porque la han conseguido representantes del clero y laicos, jóvenes y ancianos, personas de todas las clases y estados. Entre ellos podemos recordar al arzobispo Antoni Julián Nowowiejski, pastor de la diócesis de Plokc, torturado hasta la muerte en Dzialdowo, y a monseñor Wladyslaw Goral, de Lublin, torturado con especial odio sólo porque era obispo católico. Hubo también sacerdotes diocesanos y religiosos, que prefirieron morir con tal de no abandonar su ministerio, y otros que murieron atendiendo a sus compañeros de prisión enfermos de tifus; algunos fueron torturados hasta la muerte por defender a los judíos. En ese grupo de beatos había religiosos no sacerdotes y religiosas, que perseveraron en el servicio de la caridad, ofreciendo sus tormentos por el prójimo. Entre estos beatos mártires había también laicos. Había cinco jóvenes formados en el oratorio salesiano; un activista celoso de la Acción católica, un catequista laico, torturado hasta la muerte por su servicio, y una mujer heroica, que dio libremente su vida en cambio de la de su nuera, que esperaba un hijo. Estos beatos mártires son inscritos hoy en la historia de la santidad del pueblo de Dios que peregrina desde hace mil años en Polonia.
Si hoy nos alegramos por la beatificación de 108 mártires, clérigos y laicos, lo hacemos ante todo porque son un testimonio de la victoria de Cristo, el don que devuelve la esperanza. En cierto sentido, mientras realizamos este acto solemne se reaviva en nosotros la certeza de que, independientemente de las circunstancias, podemos obtener una plena victoria en todo, gracias a aquel que nos ha amado (cf. Rm 8, 37). Los beatos mártires nos dicen en nuestro corazón: Creed que Dios es amor. Creedlo en el bien y en el mal. Tened esperanza. Que la esperanza produzca como fruto en vosotros la fidelidad a Dios en cualquier prueba.
5. Alégrate, Polonia, por los nuevos beatos: Regina Protmann, Edmundo Bojanowski y los 108 mártires. A Dios ha complacido «mostrar la extraordinaria riqueza de su gracia mediante la bondad» de tus hijos e hijas en Cristo Jesús (cf. Ef 2, 7). Ésa es «la riqueza de su gracia»; ése es el fundamento de nuestra confianza inquebrantable en la presencia salvífica de Dios a lo largo de las sendas del hombre en el tercer milenio. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

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A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo. 
A los que predestinó, los llamó.
A los que llamó, los justificó.

En este día de la Inmaculada, pongamos en manos de María, toda nuestra historia, la vocación a la que estamos llamados, la Santidad, ya seamos clérigos, religiosos o laicos.
Recemos a nuestra Madre del Cielo, para que nos ayude y nos acompañe en estos tiempos confusos, y con nosotros, ruegue al Espíritu Santo por esta Iglesia Católica, Apostólica y Romana, que tanto sufre en todo el mundo.

Ave María Purísima,
- Ruega por nosotros


LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA. PAPA BENEDICTO XVI

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La Inmaculada Concepción de María: Benedicto XVI


Don Pablo Blanco es, probablemente, el mayor especialista (como mínimo divulgador) de Benedicto XVI (Joseph Ratzinger) en España. Suyo es el conocido libro “Benedicto XVI: el Papa alemán” que publicara Planeta en 2010 . Los enamorados del pontificado de B16 lo hemos leído y recomendamos su lectura siempre que podemos.
En esta ocasión, don Pablo se ha encargado de la edición de una colección de homilías del Pontífice. Se trata de un ejemplo por festividad o día solemne. Una para cada domingo de Adviento, de Cuaresma, homilias de la Navidad y de solemnidades como el del día de hoy, la Inmaculada.
Con Benedicto XVI ocurre que no hay homilia de la que no se puedan sacar cosas de mucho provecho. No le habrá sido fácil al editor escoger las que se han decidido publicar. Les extraigo algunos párrafos del del día de la Inmaculada como prueba de lo que este delicioso libro ofrece.
“Pero ahora debemos preguntarnos:  ¿Qué significa “María, la Inmaculada"? ¿Este título tiene algo que decirnos? La liturgia de hoy nos aclara el contenido de esta palabra con dos grandes imágenes. Ante todo, el relato maravilloso del anuncio a María, la Virgen de Nazaret, de la venida del Mesías.

El saludo del ángel está entretejido con hilos del Antiguo Testamento, especialmente del profeta Sofonías. Nos hace comprender que María, la humilde mujer de provincia, que proviene de una estirpe sacerdotal y lleva en sí el gran patrimonio sacerdotal de Israel, es el “resto santo” de Israel, al que hacían referencia los profetas en todos los períodos turbulentos y tenebrosos. En ella está presente la verdadera Sión, la pura, la morada viva de Dios. En ella habita el Señor, en ella encuentra el lugar de su descanso. Ella es la casa viva de Dios, que no habita en edificios de piedra, sino en el corazón del hombre vivo. 

Ella es el retoño que, en la oscura noche invernal de la historia, florece del tronco abatido de David. En ella se cumplen las palabras del salmo “La tierra ha dado su fruto” (Sal 67, 7). Ella es el vástago, del que deriva el árbol de la redención y de los redimidos. Dios no ha fracasado, como podía parecer al inicio de la historia con Adán y Eva, o durante el período del exilio babilónico, y como parecía nuevamente en el tiempo de María, cuando Israel se había convertido en un pueblo sin importancia en una región ocupada, con muy pocos signos reconocibles de su santidad. Dios no ha fracasado. En la humildad de la casa de Nazaret vive el Israel santo, el resto puro. Dios salvó y salva a su pueblo. Del tronco abatido resplandece nuevamente su historia, convirtiéndose en una nueva fuerza viva que orienta e impregna el mundo. María es el Israel santo; ella dice “sí” al Señor, se pone plenamente a su disposición, y así se convierte en el templo vivo de Dios.”
(…)
Precisamente  en  la  fiesta  de  la  Inmaculada Concepción brota en nosotros la sospecha de que una persona que no peca para nada, en el fondo es aburrida; que le falta algo en su vida:  la dimensión dramática de ser autónomos; que la libertad de decir no, el bajar a las tinieblas del pecado y querer actuar por sí mismos forma parte del verdadero hecho de ser hombres; que sólo entonces se puede disfrutar a fondo de toda la amplitud y la profundidad del hecho de ser hombres, de ser verdaderamente nosotros mismos; que debemos poner a prueba esta libertad, incluso contra Dios, para llegar a ser realmente nosotros mismos. En una palabra, pensamos que en el fondo el mal es bueno, que lo necesitamos, al menos un poco, para experimentar la plenitud del ser.

Pensamos que Mefistófeles —el tentador— tiene razón cuando dice que es la fuerza “que siempre quiere el mal y siempre obra el bien” (Johann Wolfgang von Goethe, Fausto I, 3). Pensamos que pactar un poco con el mal, reservarse un poco de libertad contra Dios, en el fondo está bien, e incluso que es necesario. 

Pero al mirar el mundo que nos rodea, podemos ver que no es así, es decir, que el mal envenena siempre, no eleva al hombre, sino que lo envilece y lo humilla; no lo hace más grande, más puro y más rico, sino que lo daña y lo empequeñece. En el día de la Inmaculada debemos aprender más bien esto:  el hombre que se abandona totalmente en las manos de Dios no se convierte en un títere de Dios, en una persona aburrida y conformista; no pierde su libertad. Sólo el hombre que se pone totalmente en manos de Dios encuentra la verdadera libertad, la amplitud grande y creativa de la libertad del bien. El hombre que se dirige hacia Dios no se hace más pequeño, sino más grande, porque gracias a Dios y junto con él se hace grande, se hace divino, llega a ser verdaderamente él mismo. El hombre que se pone en manos de Dios no se aleja de los demás, retirándose a su salvación privada; al contrario, sólo entonces su corazón se despierta verdaderamente y él se transforma en una persona sensible y, por tanto, benévola y abierta. 

Cuanto más cerca está el hombre de Dios, tanto más cerca está de los hombres. Lo vemos en María. El hecho de que está totalmente en Dios es la razón por la que está también tan cerca de los hombres. Por eso puede ser la Madre de todo consuelo y de toda ayuda, una Madre a la que todos, en cualquier necesidad, pueden osar dirigirse en su debilidad y en su pecado, porque ella lo comprende todo y es para todos la fuerza abierta de la bondad creativa." 
BENEDICTO XVI
“Caminar con el resucitado: homilías de un pontificado”
Ediciones Cristiandad, 2016

IIIDOMINGO DE ADVIENTO DOMINGO GAUDETE. DOMINGO DE LA ALEGRÍA

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HOY ENCENDEMOS LA VELA ROSA DE LA CORONA  DE ADVIENTO



Este Domingo, es DOMINICA GAUDETE, llamado así por la primera palabra del Introito de la Misa (Gaudete: Regocíjense).
Los rigores de la penitencia en los tiempos litúrgicos que la Iglesia celebra en el año, el Adviento y la Cuaresma, quedan digamos suavizados, ralentizados, tal vez un poco apagados, en dos domingos del año muy particulares. Son exactamente el III Domingo de Adviento, llamado Domingo Gaudete (hoy), y el IV Domingo de Cuarema  llamado Domingo Laetare.
Gaudete es el imperativo del verbo latino “gaudeo” que significa gozar íntimamente, complacerse en algo. Por tanto “gaudete” significa regocijaos. Regocijo en Adviento porque pronto nacerá el Salvador.

El color litúrgico para estos dos domingos es el rosa, que es como un morado (el color del Adviento y la Cuaresma), pero atenuado. Es decir, un domingo para la penitencia, pero atenuada, en referencia a ese regocijo “Gaudete” que preside la liturgia de hoy.  El rosa se utiliza en esos dos domingos (el III de Adviento y el IV de Cuaresma). 
Sólo se usa este color estos dos domingos del año. En muchas iglesias encontrarán hoy los ornamentos de color rosa. Incluso los sacerdotes en muchas iglesias dirán la misa con casullas de este color.

La liturgia actual de la Iglesia ha hecho que el rosa deje de usarse. Así en muchas iglesias (sobre todo las más modernas) no disponen de ornamentos rosas y usan el morado. El rosa no
está en desuso, y es de gran riqueza litúrgica, el patrimonio de las antiguas parroquias en ornamentos y casullas de este color, reflejan la esperanza y énfasis propios de la celebración de la Santa Misa de ese día.



SANTÍSIMA VIRGEN DE GUADALUPE. PATRONA DE AMÉRICA LATINA

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VIRGEN DE GUADALUPE

Bienaventurada Virgen María de Guadalupe
fecha: 12 de diciembre

Elogio: Bienaventurada Virgen María de Guadalupe en México, cuyo gran maternal auxilio implora con humildad el pueblo en la colina de Tepeyac, cerca de la ciudad de México, donde apareció. Ella brilla como una estrella que invita a la evangelización de los pueblos, y es invocada como protectora de los indígenas y de los pobres.


Patronazgos: el Papa Benedicto XIV la proclama Patrona de México en 1754, recibe la coronación pontificia en 1895, y en 1945 el Papa Pío XII la proclama Patrona de América Latina.
Oración: Dios, Padre de misericordias, que constituiste a tu pueblo bajo el singular patrocinio de la Santísima Madre de tu Hijo, concede a todos los que invocan a la Bienaventurada Virgen de Guadalupe, que con más alegre fe busquen el progreso de los pueblos por caminos de justicia y de paz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica)
Sin duda que la aparición de la Virgen María como Nuestra Señora de Guadalupe de México es un gran acontecimiento; «El gran suceso» se llama originalmente el relato del milagro que conocemos habitualmente como «Nican mopohua», del que luego hablaremos. Es un gran suceso para México, para la iglesia de toda América, y por lo tanto también para Iglesia universal. Lo que tenemos como vestigios del milagro son:
·el contundente testimonio de la tilma de Juan Diego con la bella imagen de la Virgen admirablemente impresa,
·el relato del milagro en lengua nahuatl, en el texto conocido como «Nican mopohua»,
·y un aspecto fundamental en cualquier milagro, que es la recepción, la conversión obrada en el corazón de los hombres y de los pueblos por la presencia transformadora de lo Divino. El milagro es siempre «milagro para alguien», Dios no habla ni desde el vacío ni al vacío, sino a unos hombres concretos que están atravesando situaciones concretas, y en esas situaciones el milagro trae una palabra que es de Dios y que nos alienta a continuar.
Si sólo tuviéramos la tilma, se trataría de una curiosidad, si sólo el Nican mopohua, se trataría de literatura folclórica para analizar las ideas y creencias de una época, pero a uno y otro les faltaría el corazón, que es que el acontecimiento guadalupano se perpetúa en la fe de México y de toda la Iglesia de América de que el destino de esa tierra es cosa de Dios. Puede que algunas veces lo percibamos como un destino escondido: tierra castigada por la ambición de hombres despreciables. Pero sabemos que lo escondido es a menudo cosa de Dios, y no lo sabemos sólo con la mente sino porque allí está «el gran suceso» que da una esperanza viva a esta tierra, la esperanza de que finalmente lo que parece débil resulta lo auténticamente fuerte, lo despreciado es quien recibe la corona, y una Virgen es quien da por completo a luz a quien es la Luz.
El relato de los hechos ocurridos en 1531, de las sucesivas apariciones de la Virgen a Juan Diego en la ladera del Tepeyac, las entrevistas con el obispo Zumárraga y la milagrosa impresión de la tilma del indio, se nos ha transmitido en principio por tradición oral (el propio Juan Diego era iletrado), aunque al poco tiempo comenzó a ponerse por escrito. No es posible establecer exactamente cuándo, ya que no se sabe quién fue el autor, si Antonio Valeriano (1520-1605) o Fernando de Alva Ixtlilxóchitl (1568-1648); los dos fueron personas de vasta cultura: de Antonio Valeriano se sabe que dominaba el nahuatl, por ser su lengua nativa, pero también el español y el latín académico, y Fernando de Alva, por su parte, era historiador indigena comisionado por la propia España para recopilar la historia indígena. Lo cierto es que de Nican Mopohua tenemos una primera edición publicada en 1649 por el bachiller Luis Lasso de la Vega, vicario de la capilla de la Virgen. Ésa es la edición que es base para las traducciones hasta la actualidad, y que lleva por título «Huei tlamahuizoltica», «por un gran suceso». No obstante la obra se conoce habitualmente como «Nican mopohua», que son las dos primeras palabras del texto y que significan «aquí se cuenta».
Reproducimos a continuación algunos fragmentos del Nican mopohua, pero invitando a todos a continuar leyendo el texto en alguno de los proyectos guadalupanos que con mucha devoción y no menor seriedad se están desarrollando en internet en relación a este texto, sus contexto histórico, traducciones, etc.:
Nican mopohua, motecpana, in quenin yancuican hueytlamahuizoltica monexiti in cenquizca ichpochtli Sancta Maria Dios Inantzin tocihuapillatocatzin, in oncan Tepeyacac, motenehua Guadalupe.
Acattopa quimottititzino ce macehualtzintli itoca Juan Diego; Auh zantenpan monexiti in Itlazoixiptlatzin in ixpan yancuican Obispo Don Fray Juan de Zumárraga.

Aquí se cuenta, se ordena, cómo hace poco, en forma por demás maravillosa, el amor de la perfecta Virgen Santa María, Madre de Dios, nuestra venerable Señora y Reina, la hizo visible allá en el Tepeyac, que se conoce [ahora] como Guadalupe. En un principio se dignó dejarse ver de un indito de nombre Juan Diego, y, al final, su amor nos entregó su preciosa y amada imagen en la presencia del reciente Obispo Don Fray Juan de Zumárraga.


[..]
164.- Le dijo con gran respeto: «-Mi Señor, Gobernante, ya hice, ya cumplí lo que tuviste a bien mandarme,
165.- y así tuve el honor de ir a comunicarle a la Señora, mi Ama, la Reina del Cielo, venerable y preciosa Madre de Dios, que tú respetuosamente pedías una señal para creerme, y para hacerle su templecito, allí donde tiene la bondad de solicitarte que se lo levantes.
 
166.- Y también tuve el honor de decirle que me había permitido darte mi palabra de que tendría el privilegio de traerte algo como señal, como prueba de su venerable voluntad, conforme a lo que tú te dignaste indicarme».
167.- «Y tuvo a bien oír tu venerable aliento, tu venerable palabra y se prestó gustosa a tu solicitud de alguna cosa como prueba, como señal, para que se haga, se ejecute su amada voluntad.
 
168.- Y hoy, siendo aún noche cerrada, se sirvió mandarme que tuviera el honor de venir de nuevo a verte.
 
169.- Y yo me honré pidiéndole algo como su señal para que fuera creído, conforme a lo que me había dicho que me daría, y de inmediato, pero al instante, condescendió en realizarlo,
 
170.- y se sirvió enviarme a la cumbre del cerrito, donde antes había tenido el honor de verla, para que fuera a cortar flores diferentes y preciosas».
 
171.- «Y luego que tuve el privilegio de ir a cortarlas, se las llevé abajo.
 
172.- Y se dignó tomarlas en sus manecitas,
 
173.- para de nuevo dignarse ponerlas en el hueco de mi tilma,
 
174.- para que tuviera el honor de traértelas y sólo a ti te las entregara».
175.- «Pese a que yo sabía muy bien que la cumbre del cerrito no es lugar donde se den flores, puesto que sólo abundan los riscos, abrojos, espinas, nopales escuálidos, mezquites, no por ello dudé, no por eso vacilé.
 
176.- Cuando fui a alcanzar la cumbre del montecito, quedé sobrecogido: ¡Estaba en el paraíso!.
 
177.- Allí estaban reunidas todas las flores preciosas imaginables, de suprema calidad, cuajadas de rocío, resplandecientes, de manera que yo -emocionado- me puse en seguida a cortarlas.
 
178.- Y se dignó concederme el honor de venir a entregártelas, que es lo que ahora hago, para que en ellas te sirvas ver la señal que pedías, para que te sirvas poner todo en ejecución.
 
179.- Y para que quede patente la verdad de mi palabra, de mi embajada,
 
180.- ¡Aquí las tienes, hazme el honor de recibirlas!»

181.- Y en ese momento desplegó su blanca tilma, en cuyo hueco, estando de pie, llevaba las flores. 
182.- Y así, al tiempo que se esparcieron las diferentes flores preciosas,
 
183.- en ese mismo instante se convirtió en señal, apareció de improviso la venerada imagen de la siempre Virgen María, Madre de Dios, tal como ahora tenemos la dicha de conservarla,
 
184.- guardada ahí en lo que es su hogar predilecto, su templo del Tepeyac, que llamamos Guadalupe.
 
185.- Y tan pronto como la vio el señor Obispo, y todos los que allí estaban, se arrodillaron pasmados de asombro,
 
186.- se levantaron para verla, profundamente conmovidos y convertidos, suspensos su corazón, su pensamiento.
187.- Y el señor Obispo, con lágrimas de compunción le rogó y suplicó le perdonara por no haber ejecutado de inmediato su santa voluntad, su venerable aliento, su amada palabra.
 
188.- Y poniéndose de pie, desató del cuello la vestidura, el manto de Juan Diego,
 
189.- en donde se dignó aparecer, en donde está estampada la Señora del Cielo,
 
190.- y en seguida, con gran respeto, la llevó y la dejó instalada en su oratorio.
 
191.- Y todavía un día entero pasó Juan Diego en casa del Obispo, él tuvo a bien retenerlo.
 
192.- Y al día siguiente le dijo: «-¡Vamos! para que muestres dónde es la voluntad de la Reina del Cielo que le erijan su templecito».
 
193.- De inmediato se convidó gente para hacerlo, para levantarlo.

Para continuar leyendo: Hay muchos proyectos guadalupanos en internet. Para conocer mejor el Nican Mopohua, en esta página está el texto completo en la muy difundida traducción del P. Mario Rojas, editada en 1978, que es de donde hemos tomado los fragmentos que presentamos. esta página forma parte del magnífico ProyectoGuadalupe.com, que viene creciendo desde hace 5 años, y ofrece no sólo el texto del Nican mopohua original y diversas traducciones con numeración comparable, mención de fuentes, etc... sino además textos valiosísimos que contextualizan el milagro, por ejemplo una carta al rey felipe II de los indios de México pidiéndole ciertas exenciones de servicios comunitarios por la necesidad de dedicar tiempo a la construcción del templo, carta enviada mucho antes de que el milagro comenzara a tomar su forma narrativa fija; y esto por citar sólo alguna de las auténticas golosinas guadalupanas que ofrece ese sitio. También, por supuesto, la propia Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe ofrece información detallada sobre el milagro, el Nican mopohua, y también sobre aspectos actuales de la devoción guadalupana, en particular deseo recoger y recomendar un apartado dentro de ese mismo sitio de la Basílica que muestra en una presentación «flash» muy bien hecha todos los detalles de la imagen, y aspectos de su posible simbolismo. Nota de 2013: lamentablemente, el Proyecto Guadalupe parece haber cerrado como sitio de internet, pero alguien recogió aquí la lista de documentos, y aunque no son inmediatamente accesibles, sirven como inicio de una búsqueda.
Las imágenes mostradas aquí son, en orden: la portada de la primera edición, en nahuatl, del Nican mopohua, realizada en 1649; luego dos fragmentos que contienen dos momentos del milagro: la recogida de las rosas y la antrevista con el Obispo en el que se produce el milagro de la tilma; esos dos fragmentos provienen del cuadro mostrado entero al final, obra del siglo XVIII, titulada «Virgen de Guadalupe con San Miguel y San Gabriel», óleo sobre tela de autor anónimo mexicano, de 60 X 85 cm. Este conjunto pictórico de la imagen, los dos arcángeles y momentos escogidos de la narración parecen formar una constante en la iconografía guadalupana; he escogido este cuadro porque es de hechura rústica y difícil de conseguir en internet, pero en la iconografía de la Virgen que puede recorrerse en los proyectos mencionados se encontrarán varios de los siglos XVII a XIX con similar composición.
Abel Della Costa
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_4485


HNA MARY PREMA SUCESORA DE MADRE TERESA

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La Hermana Mary Prema enmarca la figura de la santa

La sucesora de Madre Teresa revela su fuerza: ella reconocía en cada persona el hambre de Dios

La sucesora de Madre Teresa revela su fuerza: ella reconocía en cada persona el hambre de Dios
La Hermana Mary Prema, sucesora de la Madre Teresa al frente de las Misioneras de la Caridad, ora ante su tumba

9 septiembre 2016
La Hermana Mary Prema, actual superior de las Misioneras de la Caridad, habló sobre la Madre Teresa en el Simposio internacional de 2016 celebrado en la India sobre la vida y la misión de Santa Teresa de Calcuta. La sucesora de Madre Teresa señaló los factores que la hicieron fecunda: un cierto sentido común, entrega, fe y la convicción de que había que mostrar que el hombre no sólo tiene hambre de pan y pobreza material.

A continuación reproducimos el mensaje íntegro recogido en AsiaNews por su interés.

***

Nuestra Madre vivió  y obró sobre sólidas convicciones. El don del “buen sentido común” le fue donado en medida increíble. Aquello que la Madre reconoció como voluntad de Dios en favor de ella, lo abrazó libremente y con todo el corazón, sin ninguna dilación.

El día que entré en las Misioneras de la Caridad todo estaba listo para que yo y otra candidata fuésemos a Londres para unirnos a las “aspirantes”. Poco después de haber partido llegó una llamada telefónica con las instrucciones de la madre: “No vayan a Londres. La Madre las espera en Essen”.

Recién llegadas fuimos guiadas por ella a la capilla para una pequeña y simple ceremonia. La Madre besó con reverencia un pequeño crucifijo, me lo dio para besarlo y lo puso cerca de mi corazón. Con su voz baja y firme, la Madre pronunció las palabras que contienen el programa de nuestra vida como Misioneras de la Caridad.

En aquella primera mañana no lo comprendí en su sentido pleno, pero estas palabras entraron en lo profundo de mi corazón: “Hija mía, recibe el símbolo de nuestro Esposo crucificado. Sigue sus Huellas, en busca de almas. Lleva a Él y a Su luz a las casas de los pobres, en modo particular en aquellas de las almas más necesitadas. Difunde la caridad de Su corazón donde vayas y así calma Su sed de almas".

La Madre era devota en guiarnos en el camino de la santidad. Veía en nuestras dos pequeñas almas, ansias de dejar todo para seguir a Jesús.

Cada día a las cinco de la mañana, antes de entrar a la capilla renovamos nuestras intenciones: “Te di mi libertad, amado Jesús, yo te seguiré. Adonde Tú quieras iré en busca de almas, a toda costa, sobre la base del puro amor en Tus encuentros”.

Hasta en su edad avanzada y con la salud cada vez más débil, la Madre era la primera en la capilla para confirmar su amor por Él.



Desde su tierna edad la Madre Teresa fue formada por el Sagrado Corazón de Jesús, que fue su primer amor. Su amor por Jesús creció a través de los años y el Amor la empujó a confiarse y a rendirse a Él en modo tan completo que Cristo ha podido llevarla a la obscuridad de nuestro mundo para ser Su presencia, Su amor y Su compasión.

La Madre era un instrumento dócil en las manos de Dios. Perseveró en el permanecer totalmente a disposición de Jesús, para poder ser usada por Él sin preguntar.

La Madre enfrentó situaciones que habrían podido repeler a su naturaleza humana con la misma firme convicción con la que enfrentó enormes dolores y persecuciones.

Citando sus palabras: “de mi elección, mi Dios y llena de amor por ti estoy lista -aunque tuviera que sufrir aún más- para seguirte y cumplir tu Santa Voluntad”. La Madre tenía sus ojos fijos en Jesús, que seguía con el ardiente deseo de amarlo como Él no había sido amado antes. Esta voluntad suya se expresaba con la gran sonrisa que tenía para cada uno.

Un día vio a una hermana saliendo hacia el apostolado con cara triste. La llamó a su habitación y le preguntó: “¿Qué dijo Jesús: llevar la Cruz o esquivarla? “Llevar la Cruz y seguirlo", respondió la hermana. Y la Madre: Entonces ¿por qué tratas de superarlo?”. Con alegría aquella hermana aprendió la lección: el modo de predicar a Cristo es a través de la alegría. 

Esto significa amor humilde y gentileza en la sonrisa y alegría que sale de los ojos. “Quizás no estaremos en grado de dar mucho, pero podemos siempre dar la alegría que florece de un corazón que ama a Dios”.

“Querido Jesús, quiero seguirte siempre en busca de almas”.

La Madre siguió al Buen Pastor en busca de almas, dispuesta a pagar el precio que Jesús mismo pagó. En 1947, durante una de sus visiones, Madre Teresa se ve rodeada por una enorme multitud de personas pobres de todo tipo, también niños, que tenían marcados en los rostros dolor y sufrimiento. Éstos la llamaban: “Ven, ven sálvanos. Llévanos a Jesús”.

La Virgen preguntó a Jesús cómo responder a este pedido desesperado de los pobres y se le revelaron los medios para lograr hacerlo. La Madre estaba dispuesta a ofrecer todo por un solo niño inocente, para que permaneciese puro para Jesús; por un solo moribundo, para que pudiese morir en paz con Dios; por una sola familia infeliz, para que pudiesen recibir la alegría de amarse y ocuparse los unos de los otros.

Estaba aferrada por el dolor de Jesús y por el dolor que viven en la obscuridad porque ignoran a Dios y a Su amor misericordioso para ellos. Escribió: “¡Cuántas personas mueren sin Dios, solo porque no hay nadie que les hable de Su misericordia!”.

No hay duda de que dejar la seguridad del convento de Loreto para seguir a Jesús en los barrios pobres fue la voluntad de Dios. Estar junto a los pobres para redimirlos, llevando a Dios a sus vidas. Impulsada por el amor, la Madre siguió al Casto Esposo en el ardiente amor por el Padre y por toda la humanidad. Estaba “llena de ardiente deseo de calmar la sed infinita de Cristo en la Cruz, sed de amor y sed de almas”.

Impulsada por el amor siguió al Esposo obediente, que ha escuchado cada manifestación de la voluntad del Padre en las personas, en los eventos y en modo particular en el llanto de los pobres. Siguió a Jesús, que fue consagrado y enviado por el Padre para guiar a cada uno hacia la plena unión con Él.

Mirando con los ojos de Jesús vio más allá de las apariencias, derecho hacia el alma,siempre magnificando la dignidad de un hijo de Dios.

Casta, religión, nacionalidad, grado social - también comportamientos ofensivos- no lograron distraerla de la verdad: cada alma está creada a imagen y semejanza de Dios y cada alma es creada para amar y ser amada.

La Madre amaba contemplar a Nuestra Señora -después de la Anunciación- cuando con toda rapidez fue a su prima Isabel para ayudarla en el momento de necesidad. La Virgen María, Madre de Dios, llevó la presencia de Jesús a la casa de Isabel; la Madre llevó la presencia de Jesús a todos los lugares donde ha llevado a las hermanas para servir a los pobres, aquellos de los cuales nadie se ocupaba.

Ningún problema era demasiado complicado, si las circunstancias daban a Jesús un “nuevo tabernáculo”: así Madre Teresa definía el nacimiento de una nueva comunidad.

Siempre insistió sobre el hecho de que el trabajo debe hacerse en el espíritu del sacrificio Eucarístico, o sea en espíritu de total rendimiento y ofrecimiento de sí mismo.

En 1971, Madre Teresa y sus hermanas comenzaron una misión en Nueva York, en el Bronx. Alguno preguntó: “¿Por qué viene a EEUU? ¿No hay pobres en India?”. Ella respondió: “¿No nos dijo Jesús, vayan por todo el mundo, y proclamen la Buena Noticia a toda la creación?”.



Mirando el mapamundi, la Madre señalaba los lugares donde todavía no estaban presentes. Su deseo era llegar a los confines de la Tierra y más allá. Como dijo una vez. “Si hay pobres en la Luna, entonces tendremos que ir a la Luna”. Esto porque el verdadero amor no se mide: se dona y basta.

En la vida de la Madre cada cosa tenía que ver con el amor por Jesús y el deseo de hacerlo presente, conocido y amado por todos. No se necesitan proyectos, calificaciones, fondos: basta un corazón lleno de amor por Jesús y el deseo de donar por completo la propia vida en el servicio a los pobres.

En sus instrucciones a las novicias la Madre siempre decía: “Si no quieres ser santa, toma tus cosas y vete a casa. No necesito números, necesito hermanas santas”.

La Madre fue siempre compasiva con nosotras en los momentos de fracaso, debilidad y error. Nos ha enseñado y nos ha corregido con firmeza y gentileza. Creía en nuestras buenas intenciones y confiaba en el hecho de que Dios nos usaría para Su trabajo. Nos dio la conciencia del hecho de que cada uno de nosotros necesita hacer de lo suyo lo mejor, porque el deseo y la hosquedad hieren el Corazón de Jesús, que encontramos es las hermanas y en los pobres.

Cuando un obispo pide que se establezca una comunidad de hermanas en su diócesis, el acuerdo es que el mismo obispo se comprometa a permitir a la comunidad tener una capilla en el propio convento; de modo que se celebre misa todos los días y que esté expuesto el Señor a la adoración eucarística. También debe garantizar la posibilidad de confesarse cada semana . "Buscad primero que en el Reino de Dios y su justicia . Todo lo demás vendrá " .

Inflamada por el amor, consciente de la propia pequeñez pero convencida de que gracias a la fe invencible para Dios es todo posible, la Madre fue a lugares donde Jesús no era conocido o amado. Peligro, rechazo y fronteras cerradas son desafíos a los que se enfrentó y que -con la ayuda de Nuestra Señora- logró superar.

Madre Teresa trataba con los líderes de las naciones que no conocían su necesidad de Dios. Cuando los encontraba, apelaba a su amor por sus pueblos, diciendo: “oro y plata no tengo, pero aquello que tengo quiero donárselo. Aquí tiene, tome cuatro de mis hermanas para llevar amor y tierno cuidado a su pueblo”.

En 1981 se abrió una comunidad en el Berlín Oriental. El ardiente deseo de la Madre era honrar a la Virgen dándole 15 santuarios en la Unión Soviética, tantos como los Misterios del Rosario.

En Cuba estamos presentes con 11 comunidades. En 1977 el gobierno comunista de Etiopía expulsó a los misioneros y extranjeros del país, pero le dijeron a la Madre. “No se irá muy lejos porque ama a nuestro pueblo”.

Los líderes de las naciones con tradiciones no cristianas, que no conocían su necesidad de Jesús, aceptaron la oferta de la madre acerca de ofrecer sus servicios a los pobres, sin distinción de castas o religiones.

El presidente de Yemen invitó a la Madre y sus hermanas y aceptó darle un visado al sacerdote que las habría acompañado. Cuando la Madre vio las condiciones de los leprosos de aquel lugar, vio en ellos a Jesús: Jesús, ¿cómo? ¿Cómo podemos dejarte en este estado?”.

Las hermanas están a cargo de sus muchas necesidades, llevando esperanza a sus vidas y la alegría de ser amado.

A un rico benefactor local, la Madre Teresa le dijo: “Estas personas son todas de fe musulmanas. Necesitan rezar. Por favor constrúyales una mezquita para ellos donde puedan rezar”.

Madre Teresa siempre reconoció el hambre más profundo en cada uno de nosotros: el hambre de Dios. Y hoy miles de personas de todas las naciones, de todas las religiones y de todas las razas vinieron para agradecer a alabar a Dios por su Madre: santa Teresa de Calcuta. Dios os bendiga.

FALLECIÓ D JAVIER, PRELADO DEL OPUS DEI . 12 DE DICIEMBRE VIRGEN DE GUADALUPE

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Gracias, Padre

Fallece Mons. Javier Echevarría, Prelado del Opus Dei

13 de dic de 2016
A las 21.10 del 12 de diciembre, en la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, ha fallecido Mons. Javier Echevarría, obispo y segundo sucesor de san Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei.

A las 21.10 del 12 de diciembre, en la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, ha fallecido Mons. Javier Echevarría, obispo y segundo sucesor de san Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei. El vicario auxiliar de la prelatura, Mons. Fernando Ocáriz, pudo administrarle los últimos sacramentos esta misma tarde.
El prelado del Opus Dei había sido hospitalizado el pasado 5 de diciembre en el policlínico Campus Bio-Medico de Roma a causa de una leve infección pulmonar.
Mons. Echevarría estaba recibiendo un antibiótico para combatir la infección. Fuentes del centro médico han señalado que el cuadro clínico se complicó hace tres días, agravándose en las últimas horas y provocando una insuficiencia respiratoria que ocasionó el fallecimiento.
Como prevé el derecho de la prelatura, el gobierno ordinario de la prelatura recae ahora sobre vicario auxiliar y general Mons. Fernando Ocáriz. Según los estatutos de la Prelatura, a él compete convocar en el plazo de un mes un congreso electivo que elija al nuevo prelado. El congreso ha de celebrarse en el plazo de 3 meses. La elección debe ser posteriormente confirmada por el Papa.
El Prelado ha fallecido a los 84 años de edad. Nació en Madrid en 1932, y en esa misma ciudad conoció a san Josemaría, de quien fue secretario desde 1953 hasta 1975.
Más adelante, fue nombrado secretario general del Opus Dei. En 1994 fue elegido prelado. Recibió de manos de san Juan Pablo II la ordenación episcopal el 6 de enero de 1995 en la basílica de San Pedro.
A lo largo de esta noche se han celebrado diversas misas corpore insepulto en la capilla del centro hospitalario. Mons. Fernando Ocáriz celebró la primera hacia la 1 de la madrugada.
Al comunicar la noticia, Mons. Fernando Ocáriz, vicario auxiliar y general de la prelatura del Opus Dei, ha comentado que se trata de un momento “de oración, de serenidad y de unidad”.


Y ha añadido: “A la pena por la marcha de un padre, se une el agradecimiento por el cariño y el buen ejemplo que nos ha dado en estos 22 años como prelado”.
El vicario auxiliar ha explicado que justamente el pasado 3 de diciembre, fecha de su santo, Mons. Echevarría decía a las personas del Opus Dei que le acompañaban: “Quiero apoyarme en vosotros. Os necesito. Yo ya estoy de paso. La prelatura del Opus Dei está en vuestras manos. Sostened al prelado, sea quien sea”.
Mons. Ocáriz también ha relatado que en sus últimos momentos, el prelado “rezaba a la Virgen de Guadalupe. Quienes le acompañaban, le preguntaron: -¿Quiere que pongamos la imagen de la Virgen de Guadalupe a la vista? Y él respondió: -No hace falta, aunque no vea el cuadro, la siento conmigo”.

fuente: Opus Dei

AGRADECER AL PAPA EMÉTRITO RATZINGUER TODA SU OBRA

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Ratzinger y esos “conservadores” que sabotean la Tradición

19 de dic de 2016
El primer volumen de los escritos del Papa profesor sobre y en el Concilio Vaticano II; 726 páginas llenas de sugerencias para el presente de la Iglesia
Para Joseph Ratzinger, el Concilio Vaticano II fue un destino. Como asesor teológico del cardenal Frings, vivió las cuatro sesiones de aquella gran aventura sumergido en el ritmo intenso de las sesiones de trabajo, iniciativas, reuniones y elaboraciones de documentos, en contacto con los mayores obispos y teólogos del siglo XX, desde Congar hasta Rahner, pasando por Frings, Volk, De Lubac y Danièlou. Cuando era ya cardenal y Prefecto del ex Santo Oficio, vinculó su nombre al Catecismo de la Iglesia católica, publicado en 1992, para volver a proponer sistemáticamente el «depositum fidei» a la luz del Vaticano II. Como Pontífice, trató de subsanar el cisma con los tradicionalistas lefebvrianos, exponiéndose a las acusaciones de haber abierto el camino a la Iglesia del «anticoncilio». El entusiasta defensor de la reforma conciliar, al convertirse en Sucesor de Pedro, también reivindicó una apropiada «hermenéutica» del Concilio Vaticano II, indicando que esa reforma no implicaba ninguna alteración genética en la Iglesia. Pero justamente la centralidad del Vaticano II en el camino recorrido por Joseph Ratzinger se convirtió en algunas ocasiones en un dato enigmático. Muchas personas, durante varios años, se pusieron a medir la «coherencia» del recorrido ratzingeriano, acaso para reprocharle vergonzosos cambios de «partido», que habrían indicado arrepentimiento tardío, o (en el otro frente) con la intención de insinuar una perdurante pulsión «modernista» activa bajo decisiones atormentadas asumidas cuando era custodio de la ortodoxia católica.
Finalmente, la publicación del primer tomo de los escritos de Joseph Ratzinger en y sobre el Vaticano II, reunidos en el VII volumen de la «Opera omnia» editada por la Libreria Editrice Vaticana, permite consultar, «sine glossa», la intensidad con la que el Papa emérito vivió el Concilio y todas sus consecuencias. Frente a los ríos de palabras incandescentes que surgieron «en vivo», mientras estaba sumergido en ese gran evento eclesial, desaparecen muchas agotadoras discusiones sobre la hermenéutica (sobre el Concilio y sobre el pensamiento de Ratzinger). Y, sobre todo, se encuentran diseminadas en las 726 páginas del volumen muchísimas intuiciones y muchos descubrimientos llenos de sugerencias para el presente de la Iglesia.
La consoladora actualidad eclesial de los textos conciliares de Joseph Ratzinger no se agota en las asonancias profundas que hay entre las intuiciones y los entusiasmos del entonces joven profesor de teología y el «sensus Ecclesiae» del octogenario Papa Francisco. La frescura y la actualidad de las páginas surgen de esa que Ratzinger definía entonces como la auténtica fuente de la reforma conciliar. La misma que nutre hoy la «conversión pastoral» que ha sugerido el actual Sucesor de Pedro, y que sigue suscitando nuevas resistencias sordas y sabotajes organizados.
Hay un pasaje de los escritos sobre el Concilio que acaban de ser publicados en el que Joseph Ratzinger advierte y describe con una intuición nítida y muy actual los rasgos reales de la reunión conciliar. Y las dinámicas que describió entonces se parecen mucho a las que mueven y agitan los escenarios eclesiales del presente. La feliz intuición se encuentra en su resumen del tercer periodo conciliar, en las páginas dedicadas a la «Nota explicativa previa», el texto firmado por el cardenal Pericle Felici con el que se explicaban los criterios con los que había que interpretar los pasajes sobre la colegialdiad episcopal contenidos en la Constitución apostólica «Lumen Gentium»: esos que la minoría del Concilio nunca dejó de criticar, aduciendo que eran un posible factor de «debilitamiento» de la autoridad papal.
Según Ratzinger, se habían delineado claramente dos opciones de fondo que se enfrentaban en el Concilio a la sombra de la «Nota previa» (que él no apreciaba para nada): por una parte, «un pensamiento que parte de toda la vastedad de la Tradición cristiana, y con base en ella trata de describir la constante amplitud de las posibilidades eclesiales». Por otra, «un pensamiento puramente sistemático, que admite solo la presente forma jurídica de la Iglesia como criterio de sus reflexiones, y, por lo tanto, necesariamente teme que cualquier movimiento fuera de ella sea caer en el vacío» (471).
El «conservadurismo» de la segunda opción, según Ratzinger, estaba arraigado «en su extraneidad a la historia y, por tanto, en el fondo, en una “carencia” de Tradición, es decir de apertura hacia el conjunto de la historia cristiana» (471). La descripción de los hechos que hizo Ratzinger le daba la vuelta al ya entonces existente esquema prefabricado que describía el Concilio en curso como un conflicto entre «conservadores» ansiosos por los posibles «desgarres» de la Tradición y los «progresistas» condicionados por las pulsaciones modernistas. La situación, explicaba Ratzinger, era completamente al revés: los que eran catalogados como «progresistas», o, por lo menos, «la parte más consistente de ellos» que estaba trabajando para favorecer una «vuelta a la amplitud y a la riqueza de lo que ha sido transmitido». Ellos volvían a encontrar las fuentes de la renovación que esperaban justamente en la «intrínseca amplitud propia de la Iglesia» (471).
Lo mismo sucede hoy, en la Iglesia, en la que los que despliegan las banderas de la doctrina y de la Tradición son justamente los que se resisten a la Iglesia que camina en la sencillez de la Tradición.
El deseo de volver a las fuentes para disfrutar de toda «la amplitud y la riqueza de lo que ha sido transmitido», es la filigrana tenaz que se aprecia en todos los textos que Ratzinger dio al gran trabajo del Concilio: desde sus intervenciones sobre la Divina Revelación hasta los textos sobre la misión, desde los escritos (críticos) sobre cierto «optimismo» en la Constitución «Gaudium et Spes» sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo hasta los textos (de enorme riqueza) que escribió sobre la «batalla crucial» sobre la colegialidad episcopal en la Iglesia, con los cuales pretendía demostrar y documentar que la doctrina de la colegialidad no era una novedad teológica, sino parte de la Tradición. A los que seguían sosteniendo que los términos Colegio y colegialidad no aparecían en los Evangelios, Ratzinger (con sus colegas teólogos Karl Rahner y Gustave Martelet), hacía notar que lo mismo se podía decir sobre los términos «Primado» e «Infalibilidad». «La Tradición y el magisterio», escribía el entonces futuro Papa Benedicto, «siempre deben desarrollar el germen contenido en la Escritura» (210). Porque la Iglesia, Esposa de Cristo, no es una entidad sacra autosuficiente, fuera del tiempo y del espacio, que hay que defender a como dé lugar de cualquier tipo de crítica. Ella se reconoce a sí misma como una realidad que camina en la historia, sin dejar de depender, paso a paso, de la gracia de Cristo, «continuamente necesitada de renovación», situada «bajo el signo de la debilidad y del pecado», por lo que «siempre necesita la ternura de Dios que la perdona».
por Gianni Valente

HIMNO A LA MISERICORDIA DE DIOS

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Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios.

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
Él rescata tu vida de la fosa,
y te colma de gracia y de ternura;
Él sacia de bienes tus anhelos,
y como un águila se renueva tu juventud.

El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés 
y sus hazañas a los hijos de Israel.
El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
no está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo;
no nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas.

Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos.

Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles;
porque él conoce nuestra masa,
se acuerda de que somos barro.

Los días del hombre duran lo que la hierba,
florecen como flor del campo, 
que el viento la roza, y ya no existe,
su terreno no volverá a verla.

Pero la misericordia del Señor dura siempre,
su justicia pasa de hijos a nietos:
para los que guardan la alianza
y recitan y cumplen sus mandatos.

El Señor puso en el cielo su trono, 
su soberanía gobierna el universo.
Bendecid al Señor, ángeles suyos,
poderosos ejecutores de sus órdenes,
prontos a la voz de su palabra.

Bendecid al Señor, ejércitos suyos, 
servidores que cumplís sus deseos.
Bendecid al Señor, todas sus obras,
en todo lugar de su imperio.

¡Bendice, alma mía, al Señor!
                                             
                       (Salmo 102)


HOY CELEBRAMOS LA NAVIDAD

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 Hoy, por nosotros, se ha dignado nacer de la Virgen, el Rey de los cielos, 
para restituir al hombre a los reinos celestiales. 

Se alegra el ejército de los ángeles, porque se ha mostrado la salvación del linaje humano 
 
Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.



Lc 2,1-14: Hoy nos ha nacido un Salvador.
En aquel tiempo, salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo del mundo entero. Éste fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada cual a su ciudad. También José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaba allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada.

En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. Y un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo: "No temáis, os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre." De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: "Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor."

MARTIRIO DE SAN ESTEBAN

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San Esteban

INFOVATICANA
26 diciembre


Se le llama “protomartir” porque tuvo el honor de ser el primer mártir que derramó su sangre por proclamar su fe en Jesucristo.
Después de Pentecostés, los apóstoles dirigieron el anuncio del mensaje cristiano a los más cercanos, a los hebreos, despertando el conflicto por parte de las autoridades religiosas del judaísmo.
Como Cristo, los apóstoles fueron inmediatamente víctimas de la humillación, los azotes y la cárcel, pero tan pronto quedaban libres, continuaban la predicación del Evangelio. La primera comunidad cristiana, para vivir integralmente el precepto de la caridad fraterna, puso todo en común, repartían todos los días cuanto bastaba para el sustento. Cuando la comunidad creció, los apóstoles confiaron el servicio de la asistencia diaria a siete ministros de la caridad, llamados diáconos.
Entre éstos sobresalía el joven Esteban, quien, a más de desempeñar las funciones de administrador de los bienes comunes, no renunciaba a anunciar la buena noticia, y lo hizo con tanto celo y con tanto éxito que los judíos “se echaron sobre él, lo prendieron y lo llevaron al Sanedrín. Después presentaron testigos falsos, que dijeron: Este hombre no cesa de proferir palabras contra el lugar santo y contra la Ley; pues lo hemos oído decir que este Jesús, el Nazareno, destruirá este lugar y cambiará las costumbres que nos transmitió Moisés”.
Esteban, como se lee en el capítulo 7 de Los Hechos de los apóstoles, “lleno de gracia y de fortaleza”, se sirvió de su autodefensa para iluminar las mentes de sus adversarios. Primero resumió la historia hebrea desde Abrahán haste Salomón, luego afirmó que no había blasfemado contra Dios ni contra Moisés, ni contra la Ley o el templo.
Demostró, efectivamente, que Dios se revela aun fuera del templo, e iba a exponer la doctrina universal de Jesús como última manifestación de Dios, pero sus adversarios no lo dejaron continuar el discurso, porque “lanzando grandes gritos se taparon los oídos…y echándolo fuera de la ciudad, se pusieron a apedrearlo”.
Doblando las rodillas bajo la lluvia de piedras, el primer mártir cristiano repitió las mismas palabras de perdón que Cristo pronunció en la cruz: “Señor, no les tengas en cuenta este pecado”. En el año 415 el descubrimiento de sus reliquias suscitó gran conmación en el mundo cristiano.
Cuando parte de estas reliquias fueron llevadas más tarde por Pablo Orosio a la isla de Menorca, fue tal el entusiasmo de los isleños que, ignorando la lección de caridad del primer mártir, pasaron a espada a los hebreos que se encontraban allí. La fiesta del primer mártir siempre fue celebrada inmediatamente después de la festividad navideña, es decir, entre los “comites Christi”, los más cercanos a la manifestación del Hijo de Dios, porque fueron los primeros en dar testimonio de él.

SANTO TOMÁS BECKET

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Santo Tomás Becket, obispo y mártir.
Nació en Londres el año 1118; fue clérigo de Canterbury y canciller del reino, y fue elegido obispo el año 1162. Defendió valientemente los derechos de la Iglesia contra el rey Enrique II, lo cual le valió el destierro a Francia durante seis años. Vuelto a la patria, hubo de sufrir todavía numerosas dificultades, hasta que los esbirros del rey lo asesinaron el año 1170.
Santo Tomas Becket, obispo y mártir, que, por defender la justicia y la Iglesia, fue obligado a desterrarse de la sede de Canterbury y de su misma patria, Inglaterra, a la que volvió al cabo de seis años y donde padeció mucho hasta que emigró hacia Cristo, al ser asesinado en la catedral por los esbirros del rey Enrique II.













Nadie recibe el premio si no compite conforme al reglamento
Santo Tomás Becket, obispo
(Carta 74: PL 190, 533-536)
Si nos preocupamos por ser lo que decimos ser y queremos conocer la significación de nuestro nombre -nos designan obispos y pontífices-, es necesario que consideremos e imitemos con gran solicitud las huellas de aquel que, constituido por Dios Sumo Sacerdote eterno, se ofreció por nosotros al Padre en el ara de la cruz. Él es el que, desde lo más alto de los cielos, observa atentamente todas sus acciones y sus correspondientes intenciones para dar cada uno según sus obras.
Nosotros hacemos su vez en la tierra, hemos conseguido la gloria del nombre y el honor de la dignidad, y poseemos temporalmente el fruto de los trabajos espirituales; sucedemos a los apóstoles y a los varones apostólicos en la más alta responsabilidad de las Iglesias, para que, por medio de nuestro ministerio, sea destruido el imperio del pecado y de la muerte, y el edificio de Cristo, ensamblado por la fe y el progreso de las virtudes, se levante hasta formar un templo consagrado al Señor.
Ciertamente que es grande el número de los obispos. En la consagración prometimos ser solícitos en el deber de enseñar, de gobernar y de ser más diligentes en el cumplimiento de nuestra obligación, y así lo profesamos cada día con nuestra boca; pero, ¡ojalá que la fe prometida se desarrolle por el testimonio de las obras! La mies es abundante y, para recogerla y almacenarla en el granero del Señor, no sería suficiente ni uno ni pocos obispos.
¿Quién se atreve a dudar de que la Iglesia de Roma en la cabeza de todas las Iglesias y la fuente de la doctrina católica? ¿Quién ignora que las llaves del reino de los cielos fueron entregadas a Pedro? ¿Acaso no se edifica toda la Iglesia sobre la fe y la doctrina de Pedro, hasta que lleguemos todos al hombre perfecto en la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios?
Es necesario, sin duda, que sean muchos los que planten, muchos los que rieguen, pues lo exige el avance de la predicación y el crecimiento de los pueblos. El mismo pueblo del antiguo Testamento, que tenía un solo altar necesitaba de muchos servidores; ahora, cuando han llegado los gentiles, a quienes no sería suficiente para sus inmolaciones toda la leña del Líbano y para sus holocaustos no sólo los animales del Líbano, sino, incluso, los de toda Judea, será mucho más necesario la pluralidad de ministros.
Sea quien fuere el que planta y el que riega, Dios no da crecimiento sino a aquel que planta y riega sobre la fe de Pedro y sigue su doctrina.
Pedro es quien ha de pronunciarse sobre las causa más graves, que deben ser examinadas por el pontífice romano, y por los magistrados de la santa madre Iglesia que él designa, ya que, en cuanto participan de su solicitud, ejercen la potestad que se les confía.
Recordad, finalmente, cómo se salvaron nuestros padres, cómo y en medio de cuántas tribulaciones fue creciendo la Iglesia; de qué tempestades salió incólume la nave de Pedro, que tiene a Cristo como timonel; cómo nuestros antepasados recibieron su galardón y cómo su fe se manifestó más brillante en medio de la tribulación.
Éste fue el destino de todos los santos, para que se cumpla aquello de que nadie recibe el premio si no compite conforme al reglamento.
R/. El Señor te ha coronado con una diadema de justicia: Te ha vestido el traje de su gloria; en ti habita Dios, el Santo de Israel.
V/. Has combatido bien tu combate, has corrido hasta la meta; ahora te aguarda la corona merecida.
R/. Te ha vestido el traje de su gloria; en ti habita Dios, el Santo de Israel.
Final

Oremos:

Señor, tú que has dado a santo Tomás Becket grandeza de alma para entregar su vida en pro de la justicia, concédenos, por su intercesión, sacrificar por Cristo nuestra vida terrena para recuperarla de nuevo en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
                                                                      
La Muerte de Santo Tomás Becket. (Albert Pierre 1852)



ORACIÓN POR LA FAMILIA . SANTA TERESA DE CALCUTA

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Oración por La Familia (Madre Teresa De Calcuta)


Padre Celestial, nos has dado un modelo de vida en la Sagrada Familia de Nazaret.
 Ayúdanos, Padre amado, a hacer de nuestra familia otro Nazaret, donde reine el amor, la paz y la alegría.  Que sea profundamente contemplativa, intensamente eucarística y vibrante con alegría.
Ayúdanos a permanecer unidos por la oración en familia en los momentos de gozo y de dolor.
Enséñanos a ver a Jesucristo en los miembros de nuestra familia especialmente en los momentos de angustia. Haz que el Corazón de Jesús Eucaristía haga nuestros corazones mansos y humildes como el suyo y ayúdanos a sobrellevar las obligaciones familiares de una manera santa.
 Haz que nos amemos más y más unos a otros cada día como Dios nos ama a cada uno de nosotros y a perdonarnos mutuamente nuestras faltas como Tú perdonas nuestros pecados.
Ayúdanos, oh Padre amado, a recibir todo lo que nos das y a dar todo lo que quieres recibir con una gran sonrisa.
 Inmaculado Corazón de María, causa de nuestra alegría, ruega por nosotros.
 San José, ruega por nosotros.

 Santos Angeles de la Guarda permaneced a nuestro lado, guiadnos y protegednos. Amén!                  Madre Teresa de Calcuta.

SOLEMNIDAD DE LA SAGRADA FAMILIA

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La vida cristiana en la familia
Ef 5,21-6,4
Hermanos: Sed sumisos unos a otros con respeto cristiano.
Las mujeres, que se sometan a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es el salvador del cuerpo. Pues como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo.
Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia. El se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para colocarla ante sí gloriosa, la Iglesia, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son.
Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo.
«Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.» Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia. En una palabra, que cada uno de vosotros ame a su mujer como a sí mismo, y que la mujer respete al marido.
Hijos, obedeced a vuestros padres como el Señor quiere, porque eso es justo. «Honra a tu padre y a tu madre» es el primer mandamiento al que se añade una promesa: «Te irá bien y vivirás largo tiempo en la tierra.»
Padres, vosotros no exasperéis a vuestros hijos; criadlos educándolos y corrigiéndolos como haría el Señor.
R/. Hijos, obedeced a vuestros padres como el Señor quiere, porque eso es justo. Honra a tu padre y a tu madre.
V/. Jesús bajó con María y José a Nazaret y siguió bajo su autoridad.
R/. Honra a tu padre y a tu madre.



El ejemplo de Nazaret
Pablo VI
Alocución en Nazaret 5-I-1964
Nazaret es la escuela donde empieza a entenderse la vida de Jesús, es la escuela donde se inicia el conocimiento de su Evangelio.
Aquí aprendemos a observar, a escuchar, a meditar, a penetrar en el sentido profundo y misterioso de esta sencilla, humilde y encantadora manifestación del Hijo de Dios entre los hombres. Aquí se aprende incluso, quizá e una manera casi insensible, a imitar esta vida.
Aquí se nos revela el método que nos hará descubrir quién es Cristo. Aquí comprendemos la importancia que tiene el ambiente que rodeó su vida durante su estancia entre nosotros, y lo necesario que es el conocimiento de los lugares, los tiempos, las costumbres, el lenguaje, las prácticas religiosas, en una palabra, de todo aquello de que Jesús se sirvió para revelarse al mundo. Aquí todo habla, todo tiene un sentido.
Aquí, en esta escuela, comprendemos la necesidad de la disciplina espiritual si queremos seguir las enseñanzas del Evangelio y ser discípulos de Cristo.
¡Cómo quisiéramos ser otra vez niños y volver a esta humilde pero sublime escuela de Nazaret! ¡Cómo quisiéramos volver a empezar, junto a María, nuestra iniciación a la verdadera ciencia de la vida y a la más alta sabiduría de la verdad divina!
Pero estamos aquí como peregrinos y debemos renunciar al deseo de continuar en esta casa el estudio, nunca terminado, del conocimiento del Evangelio. Mas no partiremos de aquí sin recoger rápida, casi furtivamente, algunas enseñanzas de la lección de Nazaret.
Su primera lección es el silencio. Cómo desearíamos que se renovara y fortaleciera en nosotros el amor al silencio, este admirable e indispensable hábito del espíritu, tan necesario para nosotros, que estamos aturdidos por tanto ruido, tanto tumulto, tantas voces de nuestra ruidosa y en extremo agitada vida moderna. Silencio de Nazaret, enséñanos el recogimiento y la interioridad, enséñanos a estar siempre dispuestos a escuchar las buenas inspiraciones y la doctrina de los verdaderos maestros. Enséñanos la necesidad y el valor de una conveniente formación, del estudio, de la meditación, de una vida interior intensa, de la oración personal que sólo Dios ve.
Se nos ofrece además una lección de vida familiar. Que Nazaret nos enseñe el significado de la familia, su comunión de amor, su sencilla y austera belleza, su carácter sagrado e inviolable, lo dulce e irreemplazable que es su pedagogía y lo fundamental e incomparable que es su función en el plano social.
Finalmente, aquí aprendemos también la lección del trabajo. Nazaret, la casa del hijo del artesano: cómo deseamos comprender más en este lugar la austera pero redentora ley del trabajo humano y exaltarla debidamente; restablecer la conciencia de su dignidad, de manera que fuera a todos patente; recordar aquí, bajo este techo, que el trabajo no puede ser un fin en sí mismo, y que su dignidad y la libertad para ejercerlo no provienen tan sólo de sus motivos económicos, sino también de aquellos otros valores que lo encauzan hacia un fin más noble.
Queremos finalmente saludar desde aquí a todos los trabajadores del mundo y señalarles al gran modelo, al hermano divino, al defensor de todas sus causas justas, es decir: a Cristo, nuestro Señor.

Oremos:

Dios, Padre nuestro, que has propuesto a la Sagrada Familia como maravilloso ejemplo a los ojos de tu pueblo, concédenos, te rogamos, que, imitando sus virtudes domésticas y su unión en el amor, lleguemos a gozar de los premios eternos en el hogar del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.




SOLEMNIDAD SANTA MARÌA MADRE DE DIOS

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SANTA MARÍA LA ANTIGUA
PATRONA DE PANAMÁ



AVE MARIA
Ave María, 
gratia plena, 
Dominus tecum, 
benedicta tu in muliéribus, 
et benedictus fructus ventris tui Iesus.

Sancta Maria, Mater Dei, 
ora pro nobis peccatoribus, 
nunc et in ora mortis nostrae. 
Amen.





LA ANUNCIACIÓN. FRA ANGELICO
Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante Él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Este es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.

AYER, 6 DE ENERO, SOLEMNIDAD DE LA EPIFANIA DEL SEÑOR

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ADORACIÓN DE LOS REYES MAGOS DE ORIENTE

Confiada mira la luz dorada
que a ti hoy llega, Jerusalén:
de tu Mesías ve la alborada
sobre Belén.

El mundo todo ve hoy gozoso
la luz divina sobre Israel;
la estrella muestra al prodigioso
rey Emmanuel.

Ya los tres magos, desde el Oriente,
la estrella viendo, van de ella en pos;
dan sus primicias de amor ferviente
al niño Dios.

Ofrenda de oro que es Rey declara,
incienso ofrece a Dios su olor,
predice mirra muerte preclara,
pasión, dolor.

La voz del Padre, Cristo, te llama
su predilecto, sobre el Jordán.
Dios en los hombres hoy te proclama
valiente Juan.

Virtud divina resplandecía
del que del agua vino sacó,
cuando el anuncio de Eucaristía
Caná bebió.

A darte gloria, Señor, invita
la luz que al hombre viniste a dar,
luz que nos trae gloria infinita
de amor sin par. Amén.

**********************************
Dios ha manifestado su salvación en todo el mundo
San León Magno
Sermón en la Epifanía del Señor 3,1-3.5
La misericordiosa providencia de Dios, que ya había decidido venir en los últimos tiempos en ayuda del mundo que perecía, determinó de antemano la salvación de todos los pueblos en Cristo.
De estos pueblos se trataba en la descendencia innumerable que fue en otro tiempo prometida al santo patriarca, Abrahán, descendencia que no sería engendrada por una semilla de carne, sino por la fecundidad de la fe, descendencia comparada a la multitud de las estrellas, para que de este modo el padre de todas las naciones esperara una posteridad no terrestre, sino celeste.
Así pues, que todos los pueblos vengan a incorporarse a la familia de los patriarcas, y que los hijos de la promesa reciban la bendición de la descendencia de Abrahán, a la cual renuncian los hijos según la carne. Que todas las naciones, en la persona de los tres Magos, adoren al Autor del universo, y que Dios sea conocido, no ya solo en Judea, sino también en el mundo entero, para que por doquier sea grande su nombre en Israel.
Instruidos en estos misterios de la gracia divina, queridos míos, celebremos con gozo espiritual el día que es el de nuestras primicias y aquél en que comenzó la salvación de los paganos. Demos gracias al Dios misericordioso quien, según palabras del Apóstol, nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz; el nos ha sacado del dominio de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido. Porque, como profetizó Isaías, el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban en tierra de sombras, y una luz les brilló. También a propósito de ellos dice el propio Isaías al Señor: Naciones que no te conocían te invocarán, un pueblo que no te conocía correrá hacia ti.
Abrahán vio este día, y se llenó de alegría, cuando supo que sus hijos según la fe serían benditos en su descendencia, a saber, en Cristo, y él se vio a sí mismo, por su fe, como futuro padre de todos los pueblos, dando gloria a Dios, al persuadirse de que Dios es capaz de hacer lo que promete.
También David anunciaba este día en los salmos cuando decía: Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor; bendecirán tu nombre; y también: El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia.
Esto se ha realizado, lo sabemos, en el hecho de que tres magos, llamados de su lejano país, fueron conducidos por una estrella para conocer y adorar al Rey del cielo y de la tierra. La docilidad de los magos a esta estrella nos indica el modo de nuestra obediencia, para que, en la medida de nuestras posibilidades, seamos servidores de esa gracia que llama a todos los hombres a Cristo.
Animados por este celo, debéis aplicaros, queridos míos, a seros útiles los unos a los otros, a fin de que brilléis como hijos de la luz en el reino de Dios, al cual se llega gracias a la fe recta y a las buenas obras; por nuestro Señor Jesucristo que, con Dios Padre y el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
R/. Éste es el día señalado en que se ha manifestado el salvador del mundo, aquel a quien habían anunciado los profetas, al que adoraron los ángeles. Los magos, al ver la estrella, se llenaron de alegría y le ofrecieron regalos.
V/. Nos ha amanecido un día sagrado; venid, naciones, adorad al Señor.
R/. Los magos, al ver la estrella, se llenaron de alegría y le ofrecieron regalos.


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